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Isabelle se estaba congelando de frío. Todo su cuerpo estaba helado. Cedar se quitó el abrigo negro y lo envolvió con fuerza alrededor de ella. Aun así, su esbelto cuerpo seguía temblando.
Cedar no pudo soportar verla en ese estado. Él ignoró los límites que había establecido entre ellos. Se inclinó hacia adelante, y sin esfuerzo la cargó como una princesa en sus fuertes brazos y sobre su firme pecho.
A Isabelle no le importó en absoluto. Ella se acercó a donde estaba el calor. Abrazó la cintura de Cedar con fuerza y se enterró profundamente en su abrazo. El asistente de Cedar, que llegó rápidamente, ayudó a Cedar a ponerse otro abrigo nuevamente. Isabelle estaba envuelta en la ropa de Cedar.
Si uno lo viera desde atrás, no sería capaz de ver que Cedar cargaba a una chica con él. Parecía más que hubiera una pequeña niña acurrucada en los brazos de Cedar.
El cuerpo de Cedar se puso rígido cuando Isabelle lo abrazó. Él nunca se había acercado tanto a otra mujer en toda su vida. Además, la pequeña en sus brazos era a quien su corazón deseaba. Aunque el cuerpo de Cedar estaba rígido por su toque, salió de la nieve a grandes zancadas, con calma y a un ritmo constante. Dejó los terrenos nevados y llevó a Isabelle a donde habían detenido el coche.
Una vez que llegaron, Cedar puso a Isabelle en el coche, que ya estaba caliente por el calentador del coche. Justo cuando se dio la vuelta para irse, Isabelle lo agarró de la manga y le preguntó: “¿A dónde vas?”.
Cedar se dio la vuelta y la miró con confusión en sus ojos.
“Hermano Mayor, ¿a dónde vas?”. Isabelle repitió su pregunta cuando Cedar permaneció en silencio.
Cedar dijo débilmente: “¿Por qué lo dices?”.
Él no le respondió. Al contrario, le hizo una pregunta. Cedar nunca dejaría que otros lo cuestionaran.
Isabelle lo miró con una mirada lamentable y dijo: “No me dejes sola”.
Isabelle no conocía a nadie en la zona. No había nadie en quien pudiera confiar excepto en el hombre que estaba justo frente a ella. Aunque no era su hermano biológico, era la única persona cerca a ella que fuera confiable, de entre todos los demás extraños. Estaba muy mojada y fría después de permanecer en la nieve por mucho tiempo. No podía soportar apartarse de [el. Quería depender de él.
El rostro de Cedar permaneció frío, y siguió sin decir nada. Sin embargo, cuando apartó la mirada, tenía una leve sonrisa en los labios. Estaba feliz. Una vez que Cedar le quitó una bolsa a su asistente, volvió al coche.
Isabelle se sorprendió cuando lo vio regresar al coche.
Cedar puso la bolsa a su lado y dijo: “Cámbiate”.
Inmediatamente, Isabelle supo que era un cambio de ropa. “Ah. Me cambiaré de inmediato”, dijo Isabelle.
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