El Amor Eterno romance Capítulo 285

No es de extrañar que él estuviera tan impaciente. Resultó ser que estábamos en su territorio.

Luego de eso, Zachary y yo continuamos paseando por la ciudad por las siguientes dos horas. Mientras tanto, me llevó por ahí y compramos muchos regalos mientras caminábamos por los alrededores.

Seguí a Zachary de regreso al coche y traje las baratijas. Para entonces, el cielo ya se estaba oscureciendo. Se inclinó y me ayudó a abrocharme el cinturón de seguridad.

Cuando regresamos a la gran mansión, ya eran las siete de la noche. El cielo se había oscurecido y afuera estaba lloviznando. Sin embargo, todavía había muchas personas custodiando la puerta. Parecían estar esperando a que alguien regresara.

Quizás fue mi suerte. Solo había estado en la mansión de la familia Shick dos veces, y llovió en ambas ocasiones. Sin embargo, el rocío era diferente en comparación con la tormenta aquel día. La vieja mansión, ubicada al pie de la montaña, estaba cubierta por una lluvia neblinosa.

Fue un poco diferente a la última vez que estuve allí. Los miembros de la familia Schick estaban esperando para dar la bienvenida a la cabeza de familia.

Zachary me indicó que esperara en el coche. Luego, él se bajó del coche. En el momento en que bajó, uno de sus hombres le sostuvo un paraguas. Zachary le quitó el gran paraguas.

Cuando Zachary bajó, ignoró a los que lo esperaban. En cambio, sostuvo el paraguas y caminó hacia el lado del pasajero para abrirme la puerta.

Lo miré con los ojos entrecerrados mientras me daba la palma de la mano.

La mirada profunda de Zachary era clara. Con el rocío, el hombre frente a mí se veía aún más frío a pesar de su cálido gesto. Pero él era un buen hombre ya que me cuidaba.

A pesar de que estábamos frente a la familia Schick, él lo dejó en claro con sus acciones hacia mí.

Siempre me había tratado mejor.

Sonreí levemente mientras extendía la mano para sostener la suya.

Apretó mi palma con fuerza y ​​me sacó del coche. Cuando me paré al lado de Zachary, noté inmediatamente a su novena madrastra y a su ‘prometida’, la mujer que decía ser la ama de la familia Schick.

Incluso cuando fue testigo de los gestos íntimos de Zachary hacia mí, nunca mostró ninguna señal de celos. Su rostro permaneció elegante y gentil, junto a su piel pálida y suave como la seda.

De hecho, fue bastante triste ver a las mujeres de la familia Schick. Todas se quedaron allí para saludar a un descendiente más joven.

Todas las mujeres vestían trajes adecuados y todas vestían de diferentes colores. Con todas estas variaciones de colores, podrían realizar una exhibición de vestidos.

Eran calladas y respetuosas, obedientes, mientras que yo usaba ropa escotada combinada con un maquillaje moderno y glamoroso. Fue un marcado contraste entre nosotras como si fuéramos personas de dos mundos diferentes.