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Me quedaban menos de tres meses. ¿Qué más podría hacer?
Mi vida estaba a punto de terminar, pero aun no me había enamorado. Quería salir con Dixon Gregg.
Aun si él estuviese solo mintiéndome. Estaría súper contenta con eso.
A propósito, nunca he sido mimada o tratada como algo preciado e importante en mi vida. Nunca he experimentado amor. Esa era la razón por la cual estaba frecuentemente celosa de Gwen y por eso me aferré a Dixon como si estuviese poseída.
Aun si él fuese a torturarme, lo aceptaría voluntariamente.
Entre Dixon y yo, yo era demasiado insignificante.
Me rebaje a mí misma y ninguna sola vez resistí.
Dixon no se fue como solía hacerlo. Después de tomar una ducha, él se sentó en el sofá con su computadora portátil para trabajar.
Me levanté y me puse mi bata para dormir, luego le pregunté, “¿Vas a descansar aquí hoy?”.
Mi vista era bastante buena y pude ver el documento en su computadora portátil. Eran documentos que habían sido firmados por la Corporación Shaw previamente.
La Corporación Shaw se había encontrado con algunos problemas recientemente. Muchos de los socios habían infringido sus contratos y las acciones de la compañía habían estado cayendo. Sabía que él era quien había hecho eso, pero no lo había expuesto. Yo espero que lo haya hecho luego de haberlo considerado seriamente.
Dixon me ignoró, así que no lo volví a molestar nuevamente. En cambio, me incline y abrí la gaveta para sacar los papeles del divorcio y los coloque sobre la cama. Justo cuando estaba a punto de pedirle que discutiera el proceso de divorcio conmigo, él de repente recibió una llamada.
Era de Gwen.
Su voz se escuchaba histérica y llena de miedo a medida que decía, “Dixon, sálvame. ¡Consiguió a alguien para que me secuestraran! ¡Dijo que ya no soy digna de ti!”.
Fue casi como si fuese instintivo. Dixon se volteó para mirarme.
Su expresión era oscura mientras preguntaba, “¿Enviaste a alguien a hacer eso?”.
Extendí mis manos hacia afuera, frente a mí con una sonrisa y le pregunté, “¿Me creerías si te dijera que no?”.
Dixon me lanzó una mirada y se dio la vuelta para irse. Lo perseguí para detenerlo y acaricie su rostro con mi palma valientemente. Pregunté, confundida, “Dixon, ¿Por qué confías tanto en ella? ¿Qué tal si ella orquestó todo esto?”.
“La conozco muy bien. No es como tú”.
Estaba estupefacta. “No es como tú…”.
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