El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 33

Dar una definición de como me sentía en aquel momento, era casi imposible. Ni en mil horas hablando lo habría conseguido.

Podía decir, resumiendo, que me sentía como una idiota. Y no solo es que me sintiera así, sino que en realidad lo era. Había sido estúpida, por dejar que pasara de todo y yo sin ver venir nada.

Me había dejado involucrar en sentimientos que eran casi inviables. Él no me podía amar y yo no debía haberle dejado saber, que lo empezaba a querer.

No me había molestado en averiguar nada de su vida, de su mujer, de su hijo, pues yo solo había confiado, equivocadamente en que él sería sincero y me diría cosas, que ni tenía porque hacerlo ni jamás mostró alguna intención de ello.

Bajé del coche y automáticamente, Dulce me miró, como tratando de entender que hacía allí. Quise saludarla pero preferí no hacerlo, pues quizás estuviera mal entendiendo, o entendiendo perfectamente, que hacía yo, dentro del auto, casa y vida de Alexander Mcgregor. El marido de su hija.

— ¿Que haces aquí bonita? — me dijo la anciana, mostrando su ya conocido carácter afable. Y una confusa certeza, de mi presencia allí.

— Es una invitada mía Dulce, vamos a mi despacho.

Entre la frialdad de Alexander y la vergüenza mía, no pude ni levantar la vista hacia la suegra del comprador, que se dejó guiar por él, mirando hacia atrás y fijando su vista en mí.

— Sube Loreine, acuéstate y descansa, le diré a Mery que te lleve el desayuno a la habitación en la mañana — me ordenaba Joseph, tomando mi codo para casi obligarme a obedecer y yo me solté bruscamente de su agarre.

— No tengo sueño. Déjame en paz.

— No compliques las cosas. Es por tu bien — dijo, caminando a mi lado, pues había decidido subir a mi habitación, pero no quería que nadie me obligara.

— Eres muy buen perro guardián — quería ofenderlo pero no parecía que lo hubiese logrado porque me dijo — un día agradecerás lo que estoy haciendo.

Nos miramos un minuto de más, mientras yo ya tenía un pie al inicio de la majestuosa escalera, lista para subir. Hice un gesto de desdén y sin decir nada más, subí las escaleras.

En algún punto del pasillo que llevaba a la habitación que ocupaba junto a Alexander, sentí murmullos en el piso de arriba... Ese al que no debía acceder.

Me detuve, miré hacia el inicio de la escalera que dirigía hacia arriba, y estuve a punto de subir, pero unos pasos me lo impidieron.

Continué mi rumbo hacia mi destino y abrí la puerta, queriendo que aquello fuera el escaparate de Narnia y pudiese desaparecer en otro mundo. Estaba tan agotada de toda esta mierda que sentía que tenía que poner de mi parte para finalizar la maldita venta a ciegas, que solo una estúpida como yo, podía haber firmado.

¿Pero es que acaso tuve escapatoria?

Me habían atacado, estaba en la calle con mil deudas incancelables y este maldito ser, me había puesto entre la espada y la pared. ¿Que sentido tenía lamentarse ahora, verdad? Firmé este despropósito, porque no tenía opción. Y ahora tocaba asumir las consecuencias.

Me despojé de mis ropas y me perdí entre las sábanas de la fabulosa cama. Desnuda, como indicaba el maldito contrato.

En algún punto de mi sueño, le sentí. Besaba mi pelo y acariciaba mis pómulos cómo solo él, solía hacerlo desde que vivía este calvario a medias, a su lado.

Cuando amaneció, desperté con el olor de las rosas. Era tan específico, que no podía dejar de reconocerlo. Una rosa blanca estaba justo a mi lado, en la almohada.

Con pesar de maltratar una belleza así, la tiré de la cama y me metí al baño. Me duché. El baño olía a él, sabía que había estado allí antes que yo.

Lavé mis dientes y sequé mi pelo. Me vestí luego y cuando estaba lista para salir, sentí la puerta de la habitación cerrarse. Alguien había salido.Cuando ví lo que había en la cama supe quién.

Mery me había dejado el desayuno, marcando un evidente límite... No quería que bajara a desayunar. Aún así, yo no me quedaría aquí metida.

Murmullos 1

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