Después de todo el tiempo que habíamos pasado juntos. Verme de nuevo sin él, no se me hacía fácil.
Un desayuno juntos, un par de besos en la mañana y algunos momentos increíbles más antes de que se fuera, aún me sabían a poco. Lo echaba muchísimo de menos.
Habíamos compartido confidencias, unas pocas pero unas. Romance, pasión, momentos idílicos que daban cierto miedo por la tremenda posibilidad de que pudiesen acabar, pero nada podría habernos impedido disfrutarlos. Habíamos abierto nuestros corazones al otro y estábamos un punto más cerca de declararnos profundamente enamorados. Profundamente perdidos en el otro. Así como profundamente ciegos en cuanto a todo lo que había a nuestro alrededor.
Estaba en nuestra habitación, suspirando por él, con los brazos atados a mi propio cuerpo rodeando mi tórax y pensando en lo vacía que me sentía sin su olor, su calor,su magnetismo, sin todo él cerca de mi. Mirando el azul cielo y los verdes llanos perfectos que la propiedad tenía, cuando otras manos se mezclaron con las mías... Él, las suyas.
— Te echo de menos como un loco —lo escuché decir en mi oído y dejé que el peso de mi cuerpo resbalara sobre el suyo y disfruté de su nariz perdiéndose en mi pelo — no llegué ni a la mitad del camino cuando me dí la vuelta y vine a sentirte otra vez Lore, estoy tan necesitado de ti, que me lastimas sin saberlo.
Me sentía exactamente igual que él. Lo añoraba demasiado y cada segundo a su lado se multiplicaba en los ausentes. La misma cantidad de felicidad que sentía al tenerlo contigo, me hacia miserable cuando se iba y aquello empezaba a ser peligrosamente enfermizo para ambos.
Me dejaba manejar a su antojo. Su nariz bajaba mi cuello y sus manos apretaban las mías. Su olor se hacia nuestro y no había nada de espacio entre su deseo y el mío... compartían celda, prisioneros de nuestras ganas.
— Te puedo prometer que me siento igual — confesé ladeando mi cuello para que pudiese besarle las zonas que quisiera — que si no estás podría llorar del hueco que se abre en el centro de mi corazón y de la sensación amarga que me produce perder el confort que has empezado a suponer tú en mi vida Alexander.
Él sonreía en mi piel, lo sabía. Lo sentía.
Me dió la vuelta y me tuve que aferrar a las solapas de su traje a medida azul oscuro para no perder el equilibrio, cuando su boca intentó con gran ímpetu,tragarse la mía.
Podía notar que no mentía, que verdaderamente no podía más, que estaba tan desesperado colo yo y eso era algo, que los dos necesitábamos trabajar porque no podía ser que unos simples minutos sin el otro nos hicieran perder el norte de aquella manera.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)