El Despertar de una Luna Guerrera romance Capítulo 111

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Punto de vista de Freya

Nunca creí ni por un segundo que Aurora, la delgada y mimada hija del Beta de Bluemoon, pudiera haber sacado a Caelum Grafton de las fauces del Blackwater.

Solo la idea era absurda. El río esa noche rugía como una bestia desatada. Incluso yo, entrenada bajo Iron Fang Recon, casi me ahogo arrastrándolo fuera de su agarre. Mis pulmones ardían, mis músculos gritaban, y mi lobo me arañaba con furia y desesperación para mantenerlo a flote. ¿Aurora? No habría durado ni un latido.

Pero Caelum se tensó cuando lo dije en voz alta, y el rostro de Aurora palideció antes de oscurecerse de ofensa.

Jocelyn Thorne se abalanzó como una víbora sobre la sangre. —¿Qué se supone que significa eso, Freya? ¿Que solo tú eres digna de salvarlo? ¿Que nadie más tiene derecho? —Su voz se elevó, deliberadamente afinada para que se escuchara a través del salón de baile—. El coraje salva vidas, no solo la fuerza. No creas que no vemos lo que esto es: ¡lo quieres de vuelta, y por eso estás escupiendo veneno sobre Aurora!

El aire cambió; las orejas de los lobos se giraron, los ojos se dirigieron hacia nosotros. Jocelyn había logrado lo que quería: atención. Humillación, servida caliente y fuerte, solo para mí.

Podía sentir el peso de docenas de miradas. Todas las manadas que importaban en Ashbourne tenían a sus alfas y dignatarios reunidos aquí esta noche. Oficiales de la Capital, barones industriales, comandantes de la Academia de Combate Halston. Y Jocelyn les estaba contando una historia destinada a etiquetarme como desesperada, mezquina, patética.

La voz de Aurora siguió rápidamente, suave pero cortante. —Freya, si te arrepientes de dejar a Caelum durante la Fase de Separación Lunar, deberías decirlo abiertamente. Pero usar trucos tan baratos... te deshonra.

—¿Trucos baratos? —Mis labios se curvaron, el gruñido de mi lobo sangrando a través de mi tono—. Dime, Aurora, entre nosotras, ¿quién es la verdadera tramposa aquí?

Sus fosas nasales se dilataron, pero siguió adelante, fortalecida por el apoyo de Jocelyn. —Si lo salvaste, Freya, entonces ¿por qué no estabas allí después? ¿Por qué nadie te vio en la orilla del río, o en la ambulancia, o en la clínica? ¿Dónde estabas?

Mordí el interior de mi mejilla hasta saborear el cobre. Porque me llamaron. Porque el deber no espera. La Unidad de Reconocimiento Iron Fang me había desplegado en una hora, otra misión, otra amenaza que necesitaba sangre y acero.

Pero antes de irme, lo había sacado del agua con todas las fuerzas que me quedaban. Había llamado a WolfComm, suplicado a los médicos que se apresuraran, y presionado a un extraño, un transeúnte, para que se quedara a su lado hasta que llegara la ayuda. Ese extraño ahora era anónimo, desaparecido en el viento. Los registros de los médicos de esa noche, hace mucho tiempo borrados. No me quedaba ninguna prueba que ofrecer.

No es que la prueba importara ya.

Exhalé lentamente, manteniendo mi voz plana. —Aurora, un vínculo robado nunca será tuyo. Puedes envolverlo en seda, desfilarlo frente a cada Alfa aquí esta noche, pero no lo hará verdadero. Ruega para que cuando Caelum enfrente la muerte de nuevo, no seas tú quien esté a su lado. Porque entonces, la mentira terminará.

El rostro de Aurora se retorció, la furia rompiendo la máscara de su compostura. —¿Así que simplemente te marchas? —espetó—. Me difamas, ¿y piensas que puedes irte sin una palabra de disculpa?

—¿Disculpa? —Dejé escapar una risa amarga—. ¿Y por qué exactamente debería disculparme?

—Por llamarme mentirosa —escupió. Su voz sonaba más fuerte ahora, cada sílaba destinada a atar a Caelum más fuertemente a su lado—. Por intentar despojarme de lo que es mío.

Mi lobo se agitó, hambriento de sangre. Di un paso más cerca, mi voz baja pero letal. —Aurora, ¿estás pidiendo que te arrojen debajo de mis botas de nuevo?

Su rostro se volvió carmesí. El recuerdo aún ardía en ella: el aeropuerto, la multitud, el momento en que había aplastado su orgullo en polvo bajo mi talón. Nunca lo perdonaría, nunca lo olvidaría.