El Despertar de una Luna Guerrera romance Capítulo 124

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POV de Silas

Su mano.

En el momento en que los dedos de Freya se cerraron alrededor de la mía, algo dentro de mí se calmó. Durante tanto tiempo había llevado un peso: responsabilidad, ira, el nombre de Whitmor como cadenas forjadas de hierro y sombra. Sin embargo, cuando ella tiraba, yo seguía. Paso tras paso a través de la tormenta, la dejé liderar.

Y por primera vez en años, sentí como si no tuviera que luchar por una dirección. Con su mano anclándome, simplemente podía caminar.

Me llevó a la finca, pasando por el pasillo oscuro, hasta que la lluvia era un recuerdo golpeando débilmente contra las ventanas. Cerró el paraguas y se volvió hacia mí. Sabía lo que veía: mi cabello pegado a mi rostro, mi camisa pegada a mí, cada centímetro de mí llevando el olor a lluvia y algo roto.

Esa rotura era real. Se aferraba a mí más pesada que el agua.

Su suspiro cortó el silencio. Sin soltar mi mano, me arrastró por el pasillo, su paso firme, decidido. No resistí. No quería. Me llevó directamente a mis habitaciones y al baño contiguo. Pronto el vapor se rizaba desde la bañera mientras ella giraba los grifos, llenándola con un calor que no creía merecer.

—Sea lo que sea que haya pasado ahí afuera —dijo suavemente—, puede esperar. Por ahora, remoja. Deja que el calor aleje el frío de tus huesos.

Las gotas resbalaron por mi rostro, de mi cabello, goteando desde mi mandíbula hasta mi pecho. Podía sentir el frío aún profundo en mi médula, como si la tormenta se hubiera filtrado más allá de la piel hasta el alma.

Levanté la cabeza, mi voz áspera. —¿Vas a esperar? Aquí, mientras yo...

—Sí —respondió, sin dudarlo—. Soy tu protectora. Tu seguridad es mi responsabilidad.

Protectora. Esa era su deber, su juramento. Pero yo quería más que juramentos.

—¿Y si no lo fueras? —pregunté, las palabras escapando antes de que pudiera detenerlas. Lo había preguntado una vez antes, hace mucho tiempo. En aquel entonces, ella lo había pasado por alto, dijo que siempre habría otros para protegerme. La respuesta había cortado como una cuchilla.

Sus labios se separaron, pero antes de que pudiera formar sonido, hui.

Solté su mano, la repentina ausencia dejándome más frío de lo que la lluvia jamás podría, y entré en el baño, cerrando la puerta con una finalidad que dolía. Si hablaba entonces, si me daba la verdad, no estaba seguro de poder soportarlo.

La bañera me abrazó en calor. El agua subió por mi piel, se envolvió alrededor de mis costillas, mi garganta. Lentamente, el frío que me había entumecido desde el patio comenzó a aflojar su agarre. Pero mis pensamientos no se aliviaron.

Cuando mi padre se fue más temprano hoy, el silencio que dejó atrás fue ensordecedor. Mis pasos me llevaron al roble en el patio, el que mi madre una vez escaló en sus vanos intentos de tocar la libertad. Y mientras estaba debajo, empapado, sentí su desesperación filtrarse en mí.

Había visto lo que la obsesión le había hecho.

Y lo que la obsesión había hecho de él.

Ahora, con mi corazón tirando más profundamente hacia Freya, una pregunta me carcomía: ¿repetiría su historia? ¿Sería marcado por la misma maldición, la maldición de Whitmor de posesión y ruina? Mi sangre llevaba la locura. Mi nombre estaba manchado.

Si ella se alejara de mí, si todo lo que daba era sin retorno, ¿caería en el mismo pozo de furia y cadenas?

El pensamiento me hizo agarrar el porcelana de la bañera hasta que mis nudillos se pusieron blancos.

Cuando finalmente salí, la piel enrojecida por el calor, una bata sobre mis hombros, entré en la habitación;

Y me congelé.

Vacío.

Se había ido.

El aire salió de mí, agudo, hueco. Mi pulso se aceleró, el lobo revolviéndose con pánico. ¿Me había dejado? ¿Se había escapado cuando yo era demasiado vulnerable para detenerla? Mi garganta se apretó con un miedo que no podía nombrar.