El Despertar de una Luna Guerrera romance Capítulo 152

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Punto de vista de Freya

La cara de Caelum se retorció con algo peligrosamente cercano a la vergüenza. Durante años, había creído que SilverTech Forgeworks surgía únicamente de su propio poder, de su propio genio. En su mente, mis contribuciones eran reemplazables: un líder de proyecto podría haber hecho lo que yo hice, entonces ¿por qué dar crédito al lobo a su lado?

Pero ahora, vi la duda en sus ojos. Él sabía la verdad: sin mí, sin las patentes que había arrancado de noches sin dormir y la sangre que había dejado en cada borrador, él no estaría donde estaba. Y, sobre todo, él sabía esto: si quería los contratos de desarrollo de la isla, necesitaba lo que solo yo podía dar: el diseño mejorado, la patente refinada de SkyVex.

—Lo sé —dijo Caelum, su voz ahora más baja, casi suplicante—. Estaba equivocado. Pero no deberías desquitarte con la empresa. Freya... Forgeworks está en un punto crítico. Si dejas que el rencor te consuma, destruirás lo que construimos.

Me reí, aguda y sin humor, el sonido resonando como garras en piedra. —¿Rencor? ¿Crees que esto es rencor? Estás usando mi patente, mis diseños, mis propuestas, y cuando me paro frente a los inversores y hablo, ¿llamas a eso venganza?

Su garganta trabajaba como si las palabras lo cortaran, pero aun así siguió adelante. —Si esto no se trata de venganza, entonces dame la patente mejorada. Entrégamela.

Por un instante, simplemente miré fijamente. Entonces me di cuenta de cuánto más desvergonzado era realmente de lo que había creído. Mi lobo se erizó bajo mi piel, las cerdas se levantaron.

—¿En qué fundamentos? —Mi voz era lo suficientemente fría como para congelar los huesos.

—Porque... —Tragó saliva con fuerza, luego intentó un tono más suave—. Porque una vez fuimos compañeros. Estábamos unidos.

Esa palabra, compañeros, me golpeó como garras arañando mi pecho. Mis labios se curvaron, la ira derramándose antes de que pudiera detenerla. —¿Unidos? ¿Te atreves a hablar de ese vínculo? Dime, Caelum, cuando éramos compañeros, ¿qué me diste alguna vez? Me desangré construyendo Forgeworks, trabajando noches hasta que mi cuerpo temblaba, y cuando llegó el éxito, el honor fue solo para ti. La riqueza, el reconocimiento, el poder, todo tuyo. Tu madre, tu hermana, tus amigos de Silverfang se burlaban abiertamente de mí, y tú, Alfa de Silverfang, no emitiste ni un gruñido en mi defensa. Y ahora, de repente, ¿ese vínculo importa?

El color ardía en sus pómulos. Vergüenza. Incluso él no podía negar la verdad de mis palabras. Durante tres años, le había dado lealtad y fuerza, y él me había pagado con silencio y ausencia.

—Lo arreglaré —dijo, casi desesperado—. Te compensaré.

—No quiero tu compensación —. Mis palabras azotaron, afiladas como el crujido de un látigo. Me di la vuelta, con la intención de irme, cuando su mano se extendió para agarrar mi muñeca.

—No te vayas, Freya...

Pero no terminó. Otra mano se abalanzó sobre su muñeca con fuerza brutal, retorciéndola. Olí el filo de hierro de la dominancia antes incluso de girarme.

—Alfa Grafton —dijo Silas, con voz tranquila, afilada como una hoja sacada en la oscuridad—. ¿Qué estás haciendo exactamente?

La cara de Caelum se retorció de dolor mientras el agarre de Silas mordía sus huesos. Sentí la presión de su aura, el frío mandato de un lobo que había matado en campos de batalla y había hecho arrodillarse a hombres con solo una mirada. La pálida mirada de Alfa de Hierro clavó a Caelum como un lobo clava a su presa.

—Debería estar preguntándote a ti, ¡Whitmor! —Caelum siseó entre dientes—. ¿Qué crees que estás haciendo, manoseándome frente a Freya?

—No mucho —dijo Silas con calma—. Solo asegurándome de que mantengas tus manos alejadas de lo que es mío.

Esa palabra, mío, colgaba en el aire, pesada como nubes de tormenta.

—¿Tuyo? —Escupió Caelum, con los ojos centelleando—. ¿Y qué reclamo crees que tienes?

Me quedé congelada, atrapada entre el shock y la incredulidad. ¿Realmente acababa de...?