El Despertar de una Luna Guerrera romance Capítulo 183

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Punto de vista en tercera persona

Los vientos de la tormenta arañaban los rotores del helicóptero del Ala Aérea Bluemoon, gruñendo como lobos salvajes a lo largo de la costa de Ashbourne. El rostro de Aurora se tensó mientras la nave se balanceaba, sus nudillos blancos contra el cíclico. Cada ráfaga le sacudía los huesos, recordándole que ningún elogio, ninguna gloria prestada, valía el costo de su propia vida.

¿Por qué debería arriesgarse por extraños?

Sin embargo, la voz de Caelum se abrió paso a través del aullido de la ráfaga, cuestionando su determinación. Sus ojos, plateados y firmes, buscaron una respuesta en su rostro.

Aurora forzó sus labios en una sonrisa temblorosa, el miedo en su pecho se retorcía en algo completamente diferente. —Porque ahora tengo a alguien más importante que proteger —declaró.

Caelum parpadeó, momentáneamente desconcertado. —¿Qué?

Ella no dudó. Ni siquiera con el equipo de rescate escuchando. —Tú, Caelum. Me importas más que cualquier cosa. Si no estuvieras aquí, volaría directamente hacia esa tormenta sin miedo. Pero contigo en esta aeronave, no puedo correr el riesgo. Freya ya ha avanzado. Deja que ella se encargue del rescate. Si falla, te veré a salvo fuera de esta nave antes de correr el riesgo yo misma.

Las palabras lo golpearon como un golpe físico. Su pecho se apretó, no con orgullo, sino con culpa. —Lo siento, Aurora. No debería haberte dudado. Yo...

Ella lo interrumpió con un rápido movimiento de cabeza. —No importa, Caelum. Mientras no dudes de mis sentimientos por ti.

En la cabina abarrotada, los rescatistas intercambiaron miradas silenciosas. Uno rodó los ojos hacia arriba, el gesto agudo de desdén. Este había sido el plan de Aurora desde el principio: exigir ser parte de la misión, insistir en llevar a Caelum a pesar de su brazo vendado y lesiones recientes, y ahora, usarlo como excusa para retirarse.

La ironía era amarga. Había convertido un rescate en una farsa.

Para los rescatistas, los motivos de Aurora eran transparentes: miedo. No era lo suficientemente hábil para enfrentar los vientos, y en lugar de admitirlo, se envolvió en la excusa del amor. Peor aún, Caelum parecía conmovido, sus rasgos suavizados como si creyera cada palabra.

El labio del rescatista principal se rizó, aunque contuvo su desprecio. En cambio, activó su auricular WolfComm, enlazándose directamente con la aeronave de Freya Thorne.

—¿Cómo están las condiciones de tu lado? —preguntó.

Una voz crujía, más firme que los vientos que los rodeaban. —Hemos llegado al sitio. Preparándonos para extraer a la tripulación atrapada.

—Entendido. Te deseamos éxito.

El canal se desconectó. En el repentino silencio, el rescatista clavó su mirada aguda en Aurora. —Dado que te importa tanto tu pasajero, quizás sería más sabio regresar a la base. Si el equipo de Freya falla, y pierdes tiempo valioso dando vueltas o retrocediendo, llegarás demasiado tarde para salvar a nadie. Los lobos muertos no pueden ser rescatados por cobardes.

Los labios de Aurora se separaron, pero no salieron palabras. El insulto le hirió profundamente, pero no podía discutir.

De vuelta en territorio de Stormveil, la noche se abrió con el trueno rítmico de las aspas del rotor. El helicóptero de Freya descendió sobre la plataforma de aterrizaje en la azotea de la torre corporativa Thorne, su elegante estructura rayada de sal marina y agua de tormenta. Los equipos médicos ya estaban esperando, sus camillas alineadas como soldados listos para la guerra.