—Está bien. Puedo hacerlo por mi cuenta. —Jaime no quería que Hilda se tomara la molestia.
Además, ya le había encargado la tarea a Tomás. Creía que Tomás podría conseguir el contrato con éxito.
Sin embargo, Hilda tenía dudas sobre la capacidad de Jaime.
«Debe decirlo solo para que no me preocupe».
Entonces, sacó su móvil con sigilo y llamó al mencionado excompañero.
Poco después, Hilda salió de la oficina con su bolso. En lugar de llevar a Jaime, pensó que sería una buena idea hablarle bien de antemano.
Llamó a un taxi y se dirigió a Corporación Químicos Cósmicos. La oficina era un rascacielos situado en el centro de Ciudad Higuera. De hecho, Corporación Químicos Cósmicos era una de las empresas más destacadas del sector.
Un guardia de seguridad detuvo a Hilda en la entrada del edificio.
—¿A dónde se dirige?
—¡Señor, vengo a ver al Señor Fuentes! —contestó Hilda.
—Aquí tenemos reglas. Con quien quiera que se reúna aquí, esa persona tiene que venir por usted —dijo el guardia de seguridad.
Hilda llamó entonces a su excompañero de clase, Mario Fuentes.
Pocos minutos después, un joven bien peinado y con gafas se acercó a la entrada.
—¡Mario! —Hilda lo saludó con la mano.
Luego, Mario caminó apresuradamente hacia Hilda. El guardia de seguridad le saludó con el máximo respeto:
—Que tenga un buen día, Señor Fuentes.
—Es mi amiga. La próxima vez que la vea, no se atreva a impedirle la entrada —dijo Mario con voz autoritaria.
No se podía evitar pensar que Mario se estaba aprovechando de su posición en la empresa para hablar con rudeza.
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