Tal y como se esperaba, muchos hombres se sintieron desanimados al ver los detalles íntimos entre Hilda y Jaime. Incluso, los ojos de Santiago se llenaron de envidia, mientras lo miraba.
Cuando Jaime presentó a María con Hilda, él comentó:
—Ella es María, la hija del Señor Salcedo. Su padre y yo fuimos compañeros en el ejército.
Hilda comprendió en ese momento, por qué Gustavo quiso acercarse al padre de María, cuando comentó que le preguntaría a un amigo si tenía un trabajo para ella.
Por eso, ella caminó hacia la joven y sosteniendo su mano le dijo:
—María, eres muy bonita. Escuché a Jaime y al Señor Casas mencionarte antes, solo que no había tenido la oportunidad de conocerte en persona.
María sonrió en respuesta, al ver la amabilidad de Hilda.
—Hilda, tú también luces muy atractiva.
Mientras señalaba al compañero con gafas en la esquina, Jaime continuó:
—Ese es Tadeo; estamos en el mismo equipo.
—¡Gusto en conocerte! —Hilda sonrió mientras le extendía la mano.
—El… El placer es mío. —Ruborizado, Tadeo, con gentileza, agitó la mano de la joven.
La reacción de Tadeo les hizo reír. Muy pronto, todos la estaban pasando muy bien, cantaron y bebieron. Es más, varios de ellos comenzaron a brindar con Jaime, desafiando así su capacidad.
Hilda, al comprender lo que estaba sucediendo, protegió a Jaime de ellos.
—A este paso, Jaime estará ebrio muy pronto. Yo beberé en su lugar.
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