—Bueno, de todos modos, es sólo un puesto en el buró —resopló Miguel—. No me he presentado, ¿verdad? Soy de una de las cuatro grandes familias, Miguel Damaso. Si quiero, puedo borrar a la familia Huesca de la tierra con un chasquido de dedos.
Los Huesca sólo pudieron temblar de miedo, ya que ni siquiera tenían derecho a pedir perdón a la familia Damaso.
Justo cuando la familia Huesca estaba reflexionando sobre qué hacer, Joaquín actuó.
El hermano mayor ofreció rápidamente un cigarrillo a Daniel.
—Daniel, sigo siendo tu hermano... No me dejarás pudrirme, ¿verdad? Sé que fui un imbécil contigo. Por favor, perdóname por eso.
Los demás empezaron a seguir el ejemplo de Joaquín y comenzaron a suplicar a Daniel y Ana.
—Tiene razón, Daniel. Seguro que has encontrado un futuro yerno maravilloso. Es el orgullo de la familia Huesca.
—Las cosas que hablamos hace un momento... Sí, eso fue tan desagradable...
—Alan Parra no es rival para tu futuro yerno.
—Tienen razón. Román todavía es joven y tiene bastante temperamento, pero eso es algo bueno. Sólo ayúdanos a caerle bien.
Tanto Daniel como Ana se quedaron sorprendidos. La pareja había sido despreciada por sus familiares durante años, no tenían ni idea de a cuál de las súplicas de sus parientes debían hacer caso primero.
Cuando respondían a alguno de ellos, la otra parte les devolvía una cálida sonrisa.
La persona con peor destino entre ellos era Alan Parra, un hombre que solía estar en el punto más alto del grupo.
Alan suplicó el perdón de Diana, pero la dama lo pateó a un lado.
Al principio, Diana esperaba utilizar a Alan para burlarse de Dafne, sin embargo, no sólo Román superó a Alan, sino que éste incluso intentó utilizar a Joaquín como escudo.
Una vez terminada la fiesta, Daniel rechazó la invitación de Joaquín para llevarlos de vuelta. En su lugar, decidió volver a casa caminando con Ana.
En el camino de vuelta, Ana empezó a llorar.
—Cariño, ¿qué pasa? —Daniel entró en pánico.
—Llevamos 30 años casados y tus parientes me han intimidado durante todo ese tiempo. Román acaba de unirse a nuestra familia hace unos días, y ya me ha ayudado tanto... ¡Incluso un ex-presidiario es mejor que tú!
—Lo siento, cariño. Estos últimos años deben haber sido duros para ti... —Daniel se disculpó.
—Dime, ¿realmente crees que Román es una persona normal? ¿Cómo puede alguien asustar tanto a Jacobo Segura? ¿Podría estar ocultando su identidad?
—Cariño, creo que deberías dejar de leer esas novelas —rio Daniel con ironía—. Cosas así sólo pueden aparecer en la ficción. Si realmente es noble, ¿por qué sufrió en la familia Reyes durante cinco años? Además, la última vez ni siquiera pudo pagar una dote de trescientos mil para la boda.
Ana lo pensó y dijo:
—Entonces, ¿cómo explicas el incidente de Jacobo? También recuerdo otra cosa. ¿No firmó Román un acuerdo millonario con la familia Borbolla? Es imposible que la familia más rica de la ciudad firme un acuerdo con la fábrica de Dafne ¿Podría ser que Román conozca a alguien de la familia Borbolla?
Tras escuchar lo que Ana había dicho, Daniel se dio una palmada en la cabeza.
¡Claro! Si no me equivoco, el jefe de la familia Borbolla fue a la cárcel una vez. Fue más o menos al mismo tiempo que Román. ¿Tal vez se conocieron allí?
—Es muy probable que así sea —afirmó Ana— ¿No es la familia Borbolla una de las anfitrionas de la Gran Ceremonia? Ya que Román conoce al jefe, ¿no puede conseguirnos una entrada? Si nuestra familia puede participar en la ceremonia, ¡volveremos a nacer! ¡Podemos eclipsar a los Reyes si conseguimos entrar!
—¡Tienes razón! ¡Vamos a preguntarle a Román una vez que regresemos! —exclamó Daniel.
—Llamemos a Dafne y digámosle que traiga a Román a casa —propuso Ana.
Dafne y Román se habían quedado en la fábrica los últimos días porque la casa de Dafne estaba en el mismo distrito que la de los Reyes.
Las dos familias habían estado muy unidas en el pasado, pero desde que apareció Román, su relación se rompió.
Dafne estaba preparando un plato de fideos en la cocina para recompensar a Román por su intervención mientras él esperaba en el salón, viendo la televisión.
—Es bueno tener un hogar —sonrió Román.
La puerta se abrió de repente y entraron Daniel y Ana.
Román se levantó rápidamente para darles la bienvenida.
Ana asintió:
—Por favor, tomen asiento.
El tono de Ana no era tan contundente como antes, pero tampoco era del todo acogedor.
Sonaba más bien como si estuviera hablando con un extraño.
En cuanto Ana se sentó, preguntó:
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