Sin darse cuenta, Laura cayó directamente al suelo, al ver que su cabeza estaba a punto de golpear la esquina afilada de la mesita de noche. Unas manos grandes la agarraron a tiempo.
Oscar entró desde fuera cargando la bandeja, notó los movimientos de Laura nada más entrar al dormitorio. Se sorprendió, colocó la bandeja en el armario y dio unos pasos rápido para salvar a la mujercita antes de que se cayera.
-¿Por qué eres tan descuidada?-
Oscar apretó el brazo de Laura con su mano grande y la volvió a dejar en la cama con miedo. Mientras la regañaba, miraba pensativo la mesita de noche angular.
“Tal vez debería cambiar este mueble por otro más redondo con un envoltorio blando.”
-Basta.-
Las mejillas de Laura se sonrojaron de vergüenza. Ya estaba muy avergonzada al principio, pero le molestó más aún que le viera en directo una y otra vez de esta manera.
-¿De qué te importo? Me encuentro así por tu culpa. No necesito tus lágrimas de cocodrilo.-
Oscar estaba atónito por la crítica ocasional de Laura, pero reaccionó rápidamente. Ella estaba discutiendo consigo mismo y subconscientemente recordó todo lo que sucedió anoche.
Casi al instante, Oscar sintió algo implusivo en cuerpo..
Evidentemente, Laura que estaba fijamente abrazada, también sintió su reacción. En poco tiempo, sus mejillas se pusieron aún más rojas. Laura levantó la mano y empujó fuerte a Oscar, dijo exasperada,
-Oscar, ¿puedes pensar algo más aparte de hacer el amor?-
-Por supuesto.-
Oscar sonrió en voz baja, ignoraba el comportamiento irritado de Laura, el cual le parecía maullidos de gatito. La sostuvo en sus brazos a la fuerza, sus manos grandes peinaban con caricias su cabello una y otra vez, como si estuviera acariciando algún tesoro.
-Fue mi culpa ayer, estaba demasiado emocionado y no había cuidado tus sentimientos.-
Oscar terminó de hablar y soltó a Laura, se puso de pie y caminó hacia el armario. Cogió la bandeja y puso el desayuno delante de Laura antes de volver a hablar.
-Laura, lo de ayer fui llevado por las emociones. Debes tener hambre después de todo eso. Hice este desayuno especialmente para ti, come algo.-
Laura se sorprendió por todo ese desayuno bien colocado delante suya y se conmovió por un momento. Pero reaccionó rápido girando la cabeza para no ver al hombre y murmuró.
-No tengo hambre, no quiero comer lo que has cocinado tú.-
Sin embargo, tan pronto como Laura terminó de decir eso, su estómago empezó a sonar desvergonzadamente.
-Gurú— Gurú—-
Aunque el sonido no era fuerte, era particularmente cantoso en una habitación silenciosa.
Oscar también se aturdió, luego bajó la cabeza y se burló ella sin poder evitar su risa.
-¡Oye!-
Las mejillas de Laura se sonrojaron, miró a Oscar con amargura y dijo, -¿De qué te estás riendo? ¿Qué es tan gracioso?-
-Sí, sí, claro que no hay nada gracioso.-
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