-¡Quiero el divorcio! -dijo Leonardo Escobar despreocupadamente mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero, luego cruzó las piernas y descansó con pereza en el sofá. Ni siquiera se molestó en mirar a su esposa, Susana Reyes, cuyo rostro se había vuelto pálido, como si toda la sangre hubiera desaparecido de su cara, con los labios fuertemente fruncidos.
Mientras el permanecía sin nada sobre su sexy y musculosa figura, más que una simple toalla blanca envuelta alrededor de la parte inferior de su cuerpo, un hedor repugnante se impregnaba y permanecía en el aire dentro de la habitación... Ese hedor provenía del semen que se había derramado sobre las sábanas de la cama desordenada.
Sin embargo, quien se encontraba donde la eyeculación había ocurrido, ¡no era Susana Reyes! Ella, no sabía quién era la mujer, pero sus ojos se encontraron con una escena muy repugnante cuando entró en la oficina de Leonardo Escobar para llevarle algunos bocadillos.
-¿Quién es ella? -preguntó Susana Reyes a Leonardo
Escobar con voz temblorosa.
Leonardo Escobar levantó lentamente su mirada y se encontró por fin con el rostro de Susana Reyes. Los ojos de aquel hombre estaban pensativos mientras hablaba con un tono insatisfecho:
—No importa quién sea, lo que más importa es que nos vamos a divorciar.
Susana apretó con fuerza la bolsa reutilizable que llevaba en la mano, se quedó aturdida por un momento y se le llenaron los ojos de lágrimas:
-Leonardo, ¿qué es el matrimonio para ti? ¿Quién soy yo para ti?
-¡¡¡Susana, deja de ridiculizarte, deberías saber que no eres nada para mí!!! ¡No me habría casado contigo si no fuera por el bien de la familia Escobar!
«Entonces, ¿la única razón por la que se casó conmigo fue porque quería utilizar la influencia de mi familia para ayudar a la suya? ¡¿Es por eso por lo que nunca ha acariciado mi cuerpo incluso después de dos años de matrimonio?! Por eso quería que nuestro matrimonio se celebrara en privado, sin que la gente se enterara», reflexionó.
Las manos de Susana temblaban al mismo tiempo que no podía contener las lágrimas que caían continuamente...:
-¡Muy bien! ¿Es eso lo que querías? ¿Querías el divorcio, Leonardo? Te concederé tu deseo..-Susana Reyes se obligó a hablar con voz firme, pero su voz salió temblorosa.
Leonardo Escobar se quedó asombrado por su rapidez para responder, y al segundo siguiente curvó sus sensuales labios y dijo:
-¡Muy bien! Te veo mañana a las 9 de la mañana frente a la Oficina de Asuntos Civiles.
-¡Ahí estaré entonces! -Los puños de Susana Reyes se apretaron, se dio la vuelta y salió inmediatamente de la oficina.
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