—Entonces, Natali… ¿Quién eres en realidad?, y ¿Qué es lo que quieres? —la respiración de Andrew chocó contra su rostro. Parecía más caliente de lo normal, y también alteraba su estabilidad más de lo que suponía.
Ella abrió su boca. Este hombre no era ningún tonto, no podía darle otra mentira estúpida y pensar que iba a escaparse de esta, así que cerró sus ojos duramente y luego asintió.
—Estudio medicina…
—¿En serio? —escupió él muy enojado y zarandeándola un poco.
—Escucha… —ella habló muy bajo, y aprovechó en llevar sus manos temblorosas a sus brazos, acción que hizo que los ojos de Andrew se abrieran más—. El día del club, fue solo una coincidencia. No sabía quién eras, fue un estúpido juego con mis amigos, y estaban pidiendo que besara a Peter…
Andrew arrugó el gesto, esta mujer estaba confundiéndolo para salirse con la suya, pero antes de que dijera alguna cosa, ella se apresuró en agregar:
—A mi amiga Lana, con quien me viste ayer, le gusta Peter… no podía, no podía hacerle eso, se hubiese sentido muy mal…
Su agarre fuerte disminuyó. Aunque aún podía sentir el tacto de su piel y su aroma muy cerca de él. No sabía qué fragancia utilizaba ella, pero, era una especie de combinación a flores.
«Y era deliciosa», pensó mientras todo su cuerpo se estremeció.
—Te vi muy… serio de entre todos, con tu mente fuera de esa fiesta y un poco fastidiado. Entonces me dije: ¿Por qué no?, y… ya sabes…
—¿Qué sé? —preguntó Andrew dando un paso más haciendo que Natali alzara su cabeza.
—Nos… nos besamos…
La mirada de Andrew bajó hasta los labios abiertos de Nat, y aunque su ceño era profundo, no pudo evitar sentir una química tremenda con esta mujer. Pero, ¿Por qué veía algo mal en ella?
—¿Qué hay de ayer?
Nat se recompuso y por un momento sus nervios se detuvieron. Sus ojos se quedaron prendados en la mirada del hombre.
A pesar del enojo de sus ojos, del descontento que su piel gritaba, y de toda la furia que el hombre emanaba, ella podía ver algo… genuino en su mirada. Parpadeó varias veces pasando un trago, intentando decir mentiras lo menos que pudiera. La verdad es que no se sentía bien engañando a nadie. Fuera quien fuera.
—El papá de Lana, solo tiene unas pocas acciones, supimos que estarías allí, y…
—¿Y?
—Yo quería saber qué pasaría si te volvía a ver… yo… no hay ningún plan aquí, no sabía que trabajabas en este lugar, tomo mi carrera muy en serio.
«Tan en serio que vendí mi dignidad por ello», pensó Nat agachando su cabeza.
—No quiero tener problemas en el hospital, por favor… —ella hizo una especie de súplica, y esta era muy real. Estaba sacrificando mucho de ella misma por este sueño, y a pesar de que estaba aquí por Jarol, parte de toda esta situación era muy real.
En el siguiente segundo, los dedos de Andrew dejaron de hacer contacto con sus brazos. Incluso pudo sentir que su separación fue inmensa, aunque estaba a solo unos metros de ella.
Por un momento Nat se preguntó cuál sería realmente el trasfondo de Andrew. ¿Solo estaba enamorado de una mujer, o algo realmente le molestaba? No sabía por qué todas estas preguntas comenzaron a interesarle, y al mismo tiempo a titilar des controlablemente en su cabeza, pero si quería llevarle respuestas a Jarol, necesitaba meterse en esa piel… que estaba de frente a ella, y que la hacía sentir mínima. Debía hacerlo, y ahora mismo sabía que, debía hacerlo completamente con su pensamiento, con sus fuerzas, y con su cuerpo.
De lo contrario, un hombre como él, no se fijaría en una mujer como… ella.
—Espero que esta vez seas sincera —Lo escuchó decir muy decidido, pero al mismo tiempo con el propio enojo—. Porque el hospital es sagrado para mí…
Ella asintió rápidamente.
—Lo es para mí también.
Pudo detallar como él casi la arrastró con la mirada y se dio la espalda para irse. Pero necesitaba hacer algo. Dejar un precedente. Le urgía llamar su atención.
—Andrew… —pudo jurar que apenas susurró su nombre, pero al ver que él se dio la vuelta confundido le dejó claro que sí lo había dicho audiblemente.
Lo había llamado con tanta familiaridad que aun la impresión no se iba del rostro de él.
Aunque estaba asustada y con el latido de 120, 180, sonrió.
—Gracias… por el día de la piscina, por no delatarme frente a mi tutor y por… —ella dio un paso y se posicionó frente a él ampliando más su sonrisa—. Y por ese beso…
Aunque él estaba como una roca, ella actuó muy rápido, se puso de puntillas y le dio un beso corto en la comisura de su labio superior. No esperó nada. Fue rápida a la hora de salir del cubículo mientras la adrenalina llenaba sus venas y la euforia hacía que sus piernas fuesen de forma veloz.
Ni siquiera supo cómo llegó tan rápido a donde momentos antes los había dejado su tutor, pero el pasillo ya estaba vacío y se sentía más perdida que nunca. Pensó rápidamente, y recordó que Peter fue a suturas, entonces preguntando a alguien cerca, llegó hasta él haciéndose la completa tonta mientras sus nervios se estabilizaron un poco más.
La mañana pasó más lenta de lo que pudo imaginar, algunos médicos dieron un recorrido al grupo entero por ser el primer día, pero lo que fue del tutor Garesche, no volvió a verlo más.
Conoció toda el área de emergencia, los puestos de enfermería, los cuartos privados, un salón especial para médicos, y las áreas especiales de traumatismo; uci, y sala de choque. La doctora que estaba haciendo el recorrido con ellos les informó que el día de mañana los llevaría a las salas de cirugía, y comenzarían los horarios en cada área, mientras que acompañarían a un especialista de acuerdo a los turnos.
En cuanto terminó el recorrido, los instaron a ir al salón privado de médicos a desayunar, y Nat agradeció poder tomar un respiro mientras Peter le pidió que se adelantara para comprar algo en la cafetería.
Pudo ver que la mayoría de sus compañeros fueron a diversos lugares, pero ninguno de ellos a ese salón, y su ansiedad aumentó entre tanto le picaba la curiosidad de entrar a esa sala de descanso, exclusiva para los médicos.
Girando el pomo abrió la puerta mientras un olor a café inundó su sistema. Amaba el café como a ella misma y no tuvo un tiempo de hacerse nada en su nuevo apartamento por la mañana, porque no había comprado un gramo de comida antes.
Vio que allí estaban varios médicos que levantaron la vista con su entrada. Unos estaban ensimismados hablando bajo y otros recostando su cabeza en un enorme sofá, que se veía muy cómodo a su parecer.
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