Natali revisó su apariencia en el espejo mientras resopló un mechón que estaba en su cara.
Vestía unos jeans pegados a su silueta, una franelilla blanca y unos tenis del mismo color. Debía parecer lo más relajada posible, era una pizza junto con una película, que ni siquiera sabía cómo se llamaba, porque ahora lo que importaba es que esto se estaba volviendo serio, y estarían completamente solos.
—¿Qué puede resultar mal? —se preguntó alzando los hombros.
No se había maquillado, solo colocó una barra de labios humectante y roció perfume en su cuello, y en el momento en que escuchó el sonido del timbre, todo su cuerpo saltó entre la emoción, el miedo y… el incierto.
De su pequeña habitación caminó a la sala comprobando que todo estuviera organizado, y luego se detuvo en la puerta para tomar una fuerte aspiración.
En cuanto abrió la puerta vio que esta vez Andrew llevaba unos jeans oscuros y una camisa azul remangada.
Él era… el hombre perfecto.
—Hola… —ella saludó tratando de mantener una sonrisa, mientras que el hombre amortiguaba una en sus labios.
—Pizza y refrescos, lo que te gusta —Nat asintió tomando las bolsas y sin decirle nada, se fue a la cocina.
Andrew caminó unos pasos y detalló con más precisión el pequeño apartamento de Nat. Todo era muy sutil, pero muy ordenado, y en cuanto la vio de espaldas organizando las cosas en el muro, no pudo evitar pasar la mirada por toda ella.
Se aseguró de cerrar la puerta mientras sonreía. Ella estaba asustada, mucho, y eso no era normal en Natali. Debía estar muy nerviosa por este hecho de estar tan solos en un lugar, así que acortando la distancia se posicionó detrás de su cuerpo, mientras pasó sus dos manos por su estómago para abrazarla.
Andrew reposó el rostro en su cabello suelto, y luego llevó una de sus manos hasta su cuello para recostarla a su pecho.
—¿Te he dicho alguna vez, que tu olor es adictivo? —solo la sintió negar, pero sus ojos estaban cerrados y no quiso despistar el momento.
Podía escuchar también su respiración errática, podía sentir su piel, y todo su cuerpo temblar, entonces quitando la mano de su mandíbula, fue hasta su hombro dejando un beso húmedo y luego, arrastró sus dedos por todo el brazo hasta llegar a su palma.
Ambos se agarraron fuertemente de la mano, mientras las conexiones nerviosas explotaban en su sistema. «Era increíble», pensó Andrew, era difícil de entender esta química que desde el primer día los unió y marcó de alguna forma.
Rápidamente giró a Natali, y en cuanto ella abrió los ojos para posicionarlos en él, una cierta decepción cayó en sus pies.
Nat tenía los ojos vidriosos, sus labios titilaban y sus ojos solo tenían miedo.
Y no era así que quería las cosas con ella.
—¿Qué ocurre? —soltó todo su cuerpo al instante y vio como Nat llevó su mirada a la mano suelta.
—¿Qué puede ocurrir? —el que le haya contestado con una pregunta, disipó todo su deseo y apretando fuerte su mandíbula asintió.
—Nada, por supuesto… —Andrew fue a darse la vuelta, pero Natali se apresuró en tomarle el brazo.
—Andrew… —sus ojos se cristalizaron más mientras con ambos brazos lo abrazó pegando todo su cuerpo al de ella—. Por favor, no me lastimes…
Él parpadeó confundido, entre tanto llevó las manos a sus mejillas.
—¿Por qué crees que voy a dañarte, Nat? Yo, nunca te haría daño…
—Prométemelo —su insistencia le estaba preocupando, pero su cuerpo totalmente pegado a él, lo estaba descontrolando también.
—No tengo que prometer nada, te digo ahora que no haré tal cosa, mantengo mi palabra, no es necesario jurar, Nat, mi sí es sí, y mi no es no…
Ella asintió mientras agachó la cabeza.
—¿Por qué me quitas la mirada? ¿Qué ocurre? —Andrew le levantó la barbilla mientras ella pasaba la mirada de su boca a sus ojos.
—Yo… no quiero perderte, yo…
Natali pudo ver como la sonrisa de su hombre preferido, se ensanchó mirándola con dulzura y mucho deseo. Estaba compartiendo con él, el momento más feliz, pero el más triste de su vida, porque la realidad para ella es que, su relación estaba construida en una mentira.
—Nat… creo que aún no has entendido que, pusiste la mirada en un maldito idiota, que, o quiere todo, o no quiere nada… y yo quiero todo de ti, y ya no tienes vuelta atrás…
Ella le sonrió, pero fue imposible que de su ojo no saliera una lágrima.
Andrew frunció el ceño, y de un tirón, tomó su cuerpo para colocarlo en la encimera para mirarla de frente. Sus cuerpos quedaron unidos nuevamente mientras con su dedo rastrilló su mejilla.
—¡Natali! ¿Qué coños pasa?
Ella cerró los ojos y pegó su boca a la suya soltando el aire.
—Creo… creo que… me estoy enamorando de ti, Andy…
Por supuesto, el impacto de las palabras de Nat, más esa forma de llamarlo, hicieron que algo muy dentro de su alma se quebrara en mil pedazos. Él no se movió, su cuerpo estaba congelado mientras un líquido muy tibio iba de su estómago a su espalda, y luego, a su entrepierna, para estallar agresivamente en masculinidad.
Le fue imposible pasar la saliva, y reaccionar fue la dificultad más grande que pudo ejecutar en toda su vida.
—Andy… —no lo iba a soportar por más tiempo, así que tomando el rostro de Nat en una sola mano hizo que lo mirara mientras ella abría un poco la boca.
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