Iris intentó hablar.
—Yo...
Luis sostenía la mano de Sara.
—¡Le debes una disculpa a mi señora Rodríguez! ¡Tienes que pedirle perdón a ella!
Iris se quedó petrificada.
Luis soltó una risa fría.
—¿Qué pasa? ¿No quieres hacerlo? Parece que te estoy dando una oportunidad y ni así la quieres aprovechar.
El tono de Luis era amenazante, dejaba muy claro que Iris debía disculparse con Sara.
Sara miró a Luis, estaba dando la cara por ella.
Iris se asustó. Admiraba el poder de Luis, pero también le tenía un miedo profundo. Volteó a ver a Sara.
—Perdóneme, señora Rodríguez. Me equivoqué, no debí ser tan grosera hace rato, no debí ser tan arrogante y mucho menos debí ponerle las manos encima. Todo fue mi culpa, ¡por favor perdóneme!
Sara volteó a ver a su asistente detrás de ella.
—¿Tú quieres perdonarla?
La asistente negó con la cabeza.
—Cuando estaba golpeando era bien prepotente, ahora se está humillando porque no le queda de otra, ¡pero yo no quiero perdonarla!
Cada quien tiene que pagar por sus errores, entre adultos no hay cosas que se arreglen solo con un "lo siento".
En ese momento el dueño del bar entró apurado.
—Señor Rodríguez, señora Rodríguez.
—Llegas justo a tiempo. Esta persona me cae mal, no quiero volver a verla por aquí.
El dueño del bar respondió de inmediato.
—Sí, señor Rodríguez, yo me encargo.
Luis tomó la mano de Sara.
—Vámonos, regresemos a casa.
Sara asintió.
—Está bien.
Luis y Sara se fueron. La asistente miró a Iris.
—La próxima vez no presumas lo que no tienes, ¡y mucho menos te metas con hombres casados!

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