Su ausencia había terminado beneficiando a Dana.
Después de firmar autógrafos, Dana se acercó a ella de buen humor:
—Valentina, oí que te secuestraron. ¿Por qué siempre estás causando problemas? ¡Avergüenzas a los Méndez!
Cuando le pasaban cosas así, los Méndez solo tenían reproches y culpas para ella, nadie se preocupaba por su bienestar.
Ya acostumbrada, ni siquiera se enojó. Pestañeando con picardía, elogió a su prima:
—No importa si avergüenzo a los Méndez, al fin y al cabo, contigo es suficiente.
Estas palabras llegaron al corazón de Dana, quien sonrió con arrogancia:
—¿También oíste que mi artículo académico fue seleccionado por el Museo Médico y mañana lo exhibirán en su vitrina? La familia está conmocionada. Mañana la abuela y mis padres irán al museo a presenciar mi momento.
Marcela, su abuela, se había movilizado; Dana era su nieta más preciada. No solo era orgullo de la Universidad Nacional, también era el de los Méndez. Por eso mañana llevaría a toda la familia al museo para presenciar su momento de gloria.
Valentina arqueó las cejas; incluso sin regresar a casa, podía imaginar lo felices que estarían todos.
—Entonces, también iré al museo a unirme a la celebración. —Sonrió Valentina.
—¿Tú? —Dana la miró con desprecio. —Puedes ir, sé que viniendo de un pueblo quieres ver mundo. Pero no causes problemas ni nos avergüences o haré que te echen del museo.
—De acuerdo. —Sonrió.
Dana se alejó, soberbia, con sus tacones.
—¿Irás mañana al museo? Esa familia seguramente te humillará. —Dijo Daniela, confundida.
Valentina le dio unas palmaditas en la mano:
—Tranquila, sé lo que hago.
Sacó su teléfono y le escribió a su compañero Daniel:
—Envíame el artículo académico de Dana que seleccionó el museo.
Daniel respondió al instante con un "ok".
[...]


VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Precio del Desprecio: Dulce Venganza