Valentina encontró extraño que la estuviera mirando. ¿Por qué la miraba si Luciana estaba justo a su lado? Últimamente, lo hacía con demasiada frecuencia.
Luis miró a Valentina. —Vamos a ese jacuzzi.
Camila se tapó la boca para reírse a escondidas. —¡Luis quiere un momento a solas con mi querida amiga! ¡Váyanse, váyanse!
Se marcharon.
Camila miró a Mateo. El hombre tenía una mirada sombría, claramente estaba de mal humor. Ella, inexplicablemente, se sintió muy bien.
Valentina y Luis llegaron a otro jacuzzi. Estaban charlando, pero a los pocos minutos sonó el teléfono de Luis.
—Discúlpame, voy a contestar una llamada.
—Está bien.
Se fue a contestar.
Ella estuvo un rato en el jacuzzi, cuando vio a alguien vendiendo helados. No podía resistirse a los dulces, así que fue a comprar uno.
Pero el vendedor se había ido y, sin darse cuenta, ella llegó a un jacuzzi muy apartado.
Allí vio a dos personas: un hombre con un tatuaje de tigre en el pecho y una mujer con un cuerpo escultural y sensual.
La mujer estaba sentada encima del hombre; estaban teniendo relaciones sexuales. El agua formaba leves olas al compás de los movimientos de la pareja.
La mujer rio: —¿No te da miedo que alguien te vea acostándote con la mujer de tu patrón?
El hombre, jadeando, respondió con arrogancia: —¡Quien me vea, lo mato!
Ella no podía creer su mala suerte. Había sorprendido a una pareja en pleno acto.
Ese "tigre", por su aspecto, era un gánster, un personaje peligroso.
—¿Quién? —El "tigre" estaba muy alerta. Había percibido algo y sus ojos feroces se dirigieron hacia ella. —¿Quién anda por ahí?
Valentina salió corriendo.


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