—¿Este incienso es para la habitación del señor Figueroa y la señorita Luciana?
—Sí, son órdenes de la señora Marcela y la señora Catalina. Este es un incienso afrodisíaco.
—Parece que esta noche van a intimar.
—Ya verás cómo la señorita Luciana se convierte en la señora Figueroa.
—Y no solo eso, esta noche también se quedó el doctor Milagros para intimar con la señorita Dana. La señora Marcela no ha dejado de sonreír, estos dos son sus yernos favoritos.
—Ya verás, los mejores días de los Méndez están por venir.
Las dos empleadas se alejaron.
Valentina había escuchado su conversación. ¿Marcela y Catalina pensaban usar incienso afrodisíaco con Mateo? La última vez, él había sido expuesto a un afrodisíaco en casa de los Méndez, pero como no era potente, logró controlarse. Este nuevo incienso era mucho más fuerte, tanto que era difícil de conseguir.
Parecía que estaban desesperadas. ¿Debería advertir a Mateo? Mejor no.
Valentina bajó la mirada, sintiendo que no debía entrometerse. Mateo siempre había amado a Luciana, el afrodisíaco solo sería un estimulante para ellos.
Echó un último vistazo a la mansión de los Méndez, esta noche estaba espléndidamente iluminada. Luego se marchó, su solitaria figura desvaneciéndose entre la densa niebla nocturna.
...
La empleada llevó el incienso a la habitación. Luciana estaba sentada en la cama mientras Mateo le daba agua. —¿Te sientes mejor? —Preguntó él.
Luciana asintió. —Sí, mucho mejor. Estos días mi corazón ha estado molestándome, pero qué suerte que encontramos al doctor Milagros. Él podrá curarme pronto.
Mateo permaneció inexpresivo. —¿Fue Dana quien lo encontró?
—¡Sí! ¿Acaso sospechas que es un impostor?
Él guardó silencio.
Luciana rio. —Estás pensando demasiado. Él es auténtico.


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