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El Precio del Desprecio: Dulce Venganza romance Capítulo 22

Mateo se sobresaltó, Valentina yacía debajo de él, con su largo cabello negro esparcido sobre las sábanas que, por cierto, habían sido seleccionadas por la abuela para la habitación matrimonial. El contraste hacía resaltar su piel de manera seductora.

La sola idea de imaginarla así, tendida bajo otro hombre... Lo hizo apretar el puño. Quería explicarle que en realidad le había enviado medicinas, no hombres. Pero las palabras se le atoraron en la garganta.

—Quítate —dijo Valentina, mirándolo.

Pero él no se movió. Así que, ella comenzó a forcejear, le daba rabia pensar que, tan solo anoche, había llevado a Luciana a Villa Arcoíris y que ahora se comportara de este modo con ella. Le daba disgusto cualquier contacto físico con él.

—¡Mateo, quítate! ¿Te bañaste después de dormir con Luciana anoche?

Él seguía quieto, guardando silencio. Luego, sujetó las manos de Valentina contra la cama y le advirtió: —Deja de moverte.

Por supuesto, que no le hizo caso. Al contrario, luchó con más fuerza.

Como la tenía agarrada de las manos, se retorcía como una serpiente bajo su cuerpo, creando una fricción intensa a través de la ropa.

Entonces, recordó cómo lo había seducido hace apenas unas horas, en cómo se acurrucaba en sus brazos y cómo lo besaba. Casi podía volver a sentirlo.

Con ello, una oleada de deseo lo invadió, pintando sus ojos con lujuria.

Al instante, Valentina lo notó y se quedó quieta. Lo miró con sorpresa: —¿Acaso tú...?

Mateo maldijo internamente y la soltó de inmediato, incorporándose: —¡No!

Ella también se sentó: —Pero...

La miró: —Valentina, ¿no estás enojada porque anoche fui con Luciana en lugar de quedarme contigo? ¿En qué estás pensando? De verdad, ¿crees que querría tocarte?

Soltó una risa despectiva. Sabía que todo ese show no era más que una provocación, ¿acaso no estaba intentando que la besara de nuevo?

Igual que cuando insinuaba que no era lo suficientemente masculino.

Algunas cosas nunca cambiaban.

Y algo que tenía muy claro es que mujeres como Valentina, que solo tenían belleza, pero carecían de talento, no eran su tipo. Y si había sentido deseo por ella en dos ocasiones, era simplemente porque era un hombre normal.

Interrumpiendo sus pensamientos, sonó el timbre de su celular. Era una llamada de Luciana.

Entonces, suavizó su expresión: —Luciana.

La voz alegre de ella llenó el espacio de inmediato: —Mateo, ven rápido al bar. Luis regresó al país hoy, ¿no me digas que olvidaste darle la bienvenida?

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