Mateo revisó la foto y sus ojos se entrecerraron. Ese Ferrari le resultaba muy familiar.
Miró a Luis: —¿Esa mujer conducía ese auto?
Luis asintió: —Sí, incluso logró que la perdiera. Es una mujer muy interesante.
Si la memoria no le fallaba, ese Ferrari era el que le había regalado a Valentina. Además del cheque millonario, le había concedido algunos autos y casas, pero, según le informó Fernando, ella solo había aceptado el Ferrari. En ese entonces le había parecido extraño, ¿sabría conducir un deportivo? Conocía las habilidades de conducción de Luis, de hecho, a veces corrían juntos. ¿Cómo era posible que ella, viniendo del campo, hubiera logrado evadir a Luis?
Interrumpiendo sus pensamientos, Fernando se acercó: —Presidente.
—Saldré un momento.
Se alejó del área VIP y se detuvo en un rincón oscuro, lejos de las miradas de sus amigos. Fernando comenzó a informarle en voz baja: —Presidente, la señora acaba de llamar. Salió a dar una vuelta en el Ferrari esta noche, parece que estuvo en una carrera con alguien y chocó contra una pared. El frente del auto está destrozado.
El semblante de Mateo se oscureció: —¿Está herida?
—La señora está ilesa. Presidente, ¿quiere que enviemos el auto al extranjero para repararlo?
—No es necesario —respondió con voz fría—. Deshazte del auto.
Fernando se sobresaltó: —¿Presidente, quiere decir...?
—Deshazte del auto. No quiero que nadie pueda encontrar información sobre ese vehículo. ¿Me explico?
Fernando empezó a sudar frío, preguntándose quién había sido el responsable de enojar tanto al presidente: —¡Sí, señor!
—Retírate.
En cuanto se fue, Mateo decidió quedarse un momento más a solas. Pronto esbozó una sonrisa fría; parecía que había subestimado a Valentina, incluso había logrado atraer a Luis.
Luciana tampoco sabía quién en Nueva Celestia podría opacarla.
Decidida a recuperar el control, Luciana se puso de pie y sonrió seductoramente: —Mateo, Luis, ¿qué les parece si bailo para animar el ambiente?
La sugerencia encendió inmediatamente el lugar. Joaquín y los otros herederos exclamaron emocionados: —¡Eres la primera bailarina de ballet y podremos verte bailar sin comprar entradas!
—¡Qué privilegio tenemos gracias al señor Figueroa!
—¡Nadie puede competir con Luciana cuando baila!
—¡Un aplauso para ella!
Bajo las miradas expectantes y los aplausos, comenzó a bailar. Había practicado desde pequeña y su cuerpo era extremadamente flexible. Después de levantar elegantemente la pierna, comenzó a girar, creando una visión tan hermosa que era imposible apartar la mirada.

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