Cuando Valentina salió del baño, él ya no estaba, probablemente se había ido a la fiesta de Luciana. Ella curvó sus labios con ironía.
Entonces, sonó su teléfono, era Catalina.
Contestó.
—Valentina, hoy Luciana invitó a algunos amigos a la casa, ¿por qué no vienes?
¿Por qué estaba siendo tan amable?
—Está bien, ya mismo voy para allá —respondió.
Al enterarse, Camila acudió a su encuentro: —Valentina, creo que ella trama algo. Ahora que esa bestia de tu padrastro está libre, ¿estás segura de que quieres ir a esa casa?
El rostro de Valentina lucía sereno: —Quiero confirmar algo.
Su amiga, preocupada, decidió acompañarla.
Al llegar, vieron que la casa ya estaba animada, los invitados habían llegado: entre ellos, Joaquín y los otros jóvenes ricos del círculo de amigos de Mateo.
Al verla llegar, Joaquín expresó su disgusto: —¿Quién te invitó?
Luciana sonrió: —Yo la invité.
—¿Para qué? No queremos jugar con ella. —Estaba rechazando su presencia abiertamente.
Pero ella no se molestó. Pestañeando, miró al pequeño tirano con una sonrisa burlona: Tampoco quiero jugar con novatos.
Eso lo irritó.
¡No era un novato! ¡él era todo un campeón!
La humillación de haber sido vencido por ella en la última partida hizo que quisiera retarla: —¿Te atreves a jugar conmigo otra vez?
Debía vencerla para reivindicarse.
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