Maira dejó de escribir, pero no levantó la cabeza.
—No hace falta que vuelvas conmigo. Se lo explicaré a mamá cuando llegue a casa.
—¿Qué le vas a explicar? —La expresión de Simón era sombría mientras entrecerraba los ojos—. Maira, no estás loca, ¿verdad? Yo nunca te imaginé como una persona mezquina.
«¿Mezquina?». Maira cerró los ojos. «¿Qué debería hacer para no ser mezquina, entonces?».
—Mi marido va a comprar un traje para su amante antes de llevarme a casa. Simón, ¿no crees que eres cruel?
Como sabía que no iba a poder concentrarse en el diseño, dejó el bolígrafo antes de levantar los ojos para mirar al hombre, de increíble belleza. Simón era muy apuesto, tenía la nariz alta y los labios finos. Cuando miraba a una mujer con dulzura, le parecía que estaba a punto de procurarle el mundo entero.
«¿Cómo podría una mujer no enamorarse de un hombre como él?».
—Director Chávez, si no tiene nada más que hablar, por favor, márchese. No puedo atenderlo porque aún tengo otros asuntos que tratar. —Maira le pidió con calma que se fuera.
Al oír eso, la expresión de Simón se ensombreció en extremo. La observó con una mirada fría antes de resoplar.
—¡Haz lo que quieras! —dijo antes de marcharse.
Al contemplar su retirada, Maira respiró hondo para aliviar la sensación de asfixia que sentía en su corazón. En ese momento sonó su móvil. Echó un vistazo a la pantalla y su expresión se volvió fría, al tiempo que rechazaba la llamada enseguida. Colocó el móvil sobre el escritorio antes de mirar el boceto de diseño que tenía delante mientras sus ojos perdían poco a poco la concentración.
Cuando llegó la hora de salir de la oficina, la bella Elsa recogió sus cosas y se marchó mientras Maira la miraba de espaldas con una mirada fría. Continuó con su trabajo de horas extras en la oficina para perfeccionar los planos.
Había investigado los antecedentes de Antonio, que incluían sus proyectos anteriores en el sector inmobiliario, en un intento de sacar alguna información útil. Por ejemplo, su estilo arquitectónico preferido, para poder incorporar esos elementos a su diseño.
«Director Hernández, la última pregunta es personal. Por supuesto, no soy la única curiosa. Creo que todas las mujeres solteras que están frente a sus pantallas son igual de curiosas. Esta es la pregunta: Director Hernández, ¿hay alguien que le guste ahora?».
«Ahora no».
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