Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
–Amaia cariño, ¿Podemos hablar, por favor? – Se acercó a mí peligrosamente – Necesito que hablemos.
–No Axel – Dije seriamente – No tengo, nada que hablar contigo. La güera debió darte, la nota que te dejé con ella.
–Aquí está – La sacó de la bolsa de su pantalón – Por eso estoy aquí, porque no pienso aceptar lo que dice Amaia.
–Es que no se trata de que lo aceptes, Axel. Se trata de que entiendas que esto se ha acabado, no puedo estar con una persona fría y ahora por favor, déjame subirme al auto que me quiero ir a casa.
–No te irás hasta que no hablemos Amaia, te amo y estás loca si piensas que te dejaré ir así cómo así, nos ha costado mucho decirnos lo que sentimos y estar corriendo peligro todos los días, para que tú tires la toalla.
–El que la ha tirado anoche, con su forma de ser tan cruel conmigo, fuiste tú – Dije sin contener el llanto – Estamos en mi escuela, te pido que me dejes ir. Por favor, Axel.
–Está bien, vete, pero no hemos terminado de hablar Amaia.
–Yo sí y te pido que no vayas a casa de Ale está noche, si no quieres que ella se entere de todo, yo no puedo disimular cuando me siento mal emocionalmente – Le pedí – Sí te importó, aunque sea un poco, no te presentes allá por favor.
–No lo dices en serio, sé que estás luchando contra ti misma – Declaró con seguridad – Mueres de ganas porque te abrace, te bese y te haga el amor.
Me gustaría, sí, pero no se lo iba a demostrar, me agarraría bien los de abajo y que se quedara queriendo ver que le rogaba. Porque yo no me iba a arrastrar.
–No Axel, esta vez no. Y no te sientas grande, que no estoy llorando por ti. Lloro por la persona más pendeja que conozco – Dije alterada – Lloro por mí, por creer que tú podías amarme. Anoche me has demostrado que no, que para ti no valgo nada.
Él se hizo a un lado y me subí al auto, lloré todo el camino a casa de Ale y cuando vi por el retrovisor que ya no me seguía a unas calles de la casa de mi hermana, pude al fin sentir alivio. Me bajé en una tienda para comprar unas bebidas, las que más tarde tomaría con Ale y me fui directo a su casa, no quería saber de Axel, ni de nada que tuviera que ver con él. Me acosté en el sillón de la sala y no supe a qué hora fue que llegó Ale.
–Hola Amaia, ya estás pagando los estragos de tu noche de pasión hermanita – Ale se burlaba – Veo que estás demasiado cansada.
–Hola Ale, sí un poco ¿Cómo te fue a ti en el trabajo?
–Me ha ido bien, pero aún tengo mucho que hacer. Espero que nos puedas ayudar, ¿Compraste las bebidas?
–Sí, ya las metí a refrigeración ¿Axel va a venir? – Me atreví a preguntar – Es que como has llegado sola, por eso se me hizo extraño.
Según tenían mucho trabajo, y como les iba ayudar, mejor que no viniera, que respetara mi decisión de que no se presentara.
–Sí, ya ha llegado, pero ábrele por favor – Me pidió mi hermana – Tengo que ir a retocar mi maquillaje, regreso.
Lo que me faltaba, que no respetara lo que le dije. No lo quería ver ni estar cerca de él y él pareció entender lo contrario. Le abrí la puerta y ahí estaba con mis flores amarillas, haciendo que las piernas me temblaran y que mi corazón se desbocara.
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