Axel Vega Lazcano
León, Guanajuato, México
Ahora no me quedaba otra que tener que llevarla y era mejor que ya que cenáramos, Amaia lo supiera por mí y no por Ale después.
–Hola de nuevo – Saludé a Amaia y a mi amiga, al reunirme con ellas en la sala – Espero que, me digan que la cena ya viene en camino que me muero de hambre.
Ahora si era definitivo, o pedíamos o íbamos a cenar a algún lado, esto ya no lo aguantaba, mi cuerpo estaba reclamando de los sagrados alimentos.
–Sí Axel, ya la güera pidió unas alitas, mi amor y unas hamburguesas, lo que se te antoje – Amaia se sentó en mis piernas – Yo sólo te quiero a ti.
–Si gustan, yo me puedo ir – Ofreció la güera – No veo, que mi presencia aquí, sea muy de su agrado. Estoy estorbándoles en su nido de amor.
–No güerita, tu te quedas. Ya Axel y yo, tuvimos mucho tiempo para amarnos – Dijo Amaia – Así que podemos cenar juntos.
–Si güera, además será también mi manera de disculparme contigo por cómo me puse la última vez, no era la forma – Admití – No debí portarme así con ustedes y como le he dicho a mi hermosa Amaia, eso no va a pasar más.
–Menos mal, Axel, porque en una de esas, dejo tu amistad – La güera se sinceró – No me gustó nada como te pusiste por algo que, no tenía tanta importancia.
–Tienes razón güera, ¿Quieren una copa de vino? O ¿Qué les ofrezco para tomar? – Les pregunté a ambas – Tengo vino tinto, rosado y también refresco, whisky, ron, brandy, vodka y por supuesto tequila.
Con esto estaba aceptando que podíamos tomar con toda la tranquilidad del caso, pues estábamos en la casa, y podíamos tomar lo que gustáramos.
–Quiero un tequila amigo – La güera respondió primero – Uno doble por favor.
La güera era de las mías, siempre que podíamos la bebida que pedíamos era, tequila, a donde fuéramos ahí estaba una botella de tequila esperando para que la abriéramos.
–Claro y ¿Tú que quieres tomar cariño? – Tomé la mano de Amaia y la besé – Lo que quieras preciosa.
–Yo quiero un refresco, coca de la normal por favor.
–Sí, ahorita les traigo lo de tomar.
Me levanté y me puse a servir el tequila para la güera y coca cola, para mi hermosa mujer. Ellas estaban platicando muy cómodamente en la sala y yo, no podía dejar de pensar que la regué con Amaia, a tal grado que ahora no quería tomar vino, no quería nada de alcohol y eso se debía a cómo yo me había puesto de loco con ella, la última vez.
Esperaba de todo corazón que eso cambiara porque, no quería yo que ella fuera a sufrir de nuevo por mi culpa, estaba haciendo el esfuerzo de no tomar delante de mí, eso lo sabía, en ese momento que les llevé las bebidas, tocaron la puerta y la güera fue a abrir.
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