Amaia Domínguez García
Puerto Vallarta, Jalisco, México
Al día siguiente de llegar a Puerto Vallarta, la güera, Luis Miguel y yo, decidimos bajar un rato a la zona de la alberca del hotel. Yo no quería ir a la playa, pues la sensación de la arena en los pies no era mucho de mi agrado. Bajamos en el ascensor hasta el Lobby, la güera se acercó a preguntar unas cosas en recepción, mientras que Luis Miguel y yo, la esperábamos.
–Amaia, esto está de puro lujo – Luis Miguel, destilaba felicidad – No puedo creer que anoche que llegamos, no le dijeras a tú príncipe que estabas aquí cuando te llamó por teléfono.
–Pues, he visto mejores hoteles, pero este no está mal – Sonreí forzada, odiaba el calor – No le quise decir nada a Axel, porque no he decidido si lo veré o no.
–Eres el colmo Amaia, siempre en ti reina la inseguridad y la indecisión.
–Ya me conoces, amigo mío.
–Listo, chicos, ya me dijeron en recepción que en el área de la alberca nos dan toallas – Nos dijo la güera – Amaia, me dijeron que en la tienda de aquí del hotel podemos comprar un traje de baño para ti.
–No güera, no compremos nada. Yo no me pienso meter a nadar – Declaré con seguridad – Odio mojarme y meterme al agua, dónde sabrá Dios quién y con qué enfermedades se han metido. No, gracias.
–Déjala güera, no te apures, Amaia es así, no le gusta asolearse, ni los gérmenes ni nada de eso – Dijo Luis Miguel – Sirve que, como ella no se meterá al agua, nos cuidará las cosas.
–Claro, yo se las cuido. He traído algo para leer – Saqué un libro de mi bolsa orgullosa - Así, que no hay problema.
–Muy bien, pues vamos – Dijo la güera.
Salimos caminando al área de la alberca y la güera por ir platicando con Micky, casi tumba a una mujer con un carísimo bañador y unos lentes de diseñador. Una mujer a quién al principio, no reconocí, porque no me lo esperaba.
–Fíjate por dónde caminas, babosa – Se quejó la mujer, en tono prepotente – Ahh, pero sí eres tú Ivanna ¿Se puede saber, qué haces tú aquí? Por lo que veo vienes a buscar al hombre de otra.
Era ni más ni menos que la esposa de Axel, esa mujer era tan grosera como ella misma, que horrible, señora. Y diciendo cosas sin razón.
–Cecilia, no te vi, venía distraída – Se disculpó la güera – Vine de vacaciones, tú obviamente estás aquí con Axel, por cierto ¿Dónde está? Deberían andar de segunda luna de miel. – Dijo con ironía. – Y vine con ellos.
–No sabía que eras amiga de esta niña – Se refirió despectivamente a mí – Pero bueno, de seguro has venido a revolcarte con mi marido. No puedo creer que Axel, no solo tiene acá a Alejandra, también pagó para que vinieras tú y revolcarse con las dos.
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