A Lin Xinyan le pesaba la cabeza, parecía estar aturdida y se sentía como si estuviera acostada en un auto. Poco a poco abrió los ojos y su visión pasó de ser borrosa a clara hasta que vio dónde estaba.
Era un auto de siete plazas, cuyos asientos traseros se habían bajado para convertirlo en un gran espacio parecido a una cama sobre la que estaba acostada. Las ventanas tenían una cubierta de película negra, por lo que no podía ver si era de día o de noche; sin embargo, pensó que debía ser de día porque no había luces parpadeantes en la calle.
Quiso moverse, pero se dio cuenta de que la cabeza le latía con fuerza y que sus manos no podían moverse. Entonces, miró hacia abajo y descubrió que tenía las manos y las piernas atadas.
He Ruize, que conducía, vio que ella se había despertado a través del espejo retrovisor.
-Estás despierta. ¿Tienes hambre? -Lin Xinyan recordó lo que había pasado y no quiso hablar con él y volvió a cerrar los ojos-. ¿Me odias?
He Ruize pudo ver sus expresiones con claridad a través del espejo retrovisor.
«¿Ya no quería hablar con él?»
-Yan, somos novios, al final haremos el amor el uno con el otro. ¿Por qué deberías ponerte así? Me molesta que estés herida. —Se sentía molesto, pero su deseo por ella era más fuerte-, ¿Tienes hambre?
He Ruize repitió su pregunta, pero sin importar lo que él dijera, Lin Xinyan fingiría que no lo oía y no le contestaría. Ella odiaba a este hombre con intensidad, más ahora que sabía de qué estaba hecho. He Ruize sabía que ella estaba enojada, así que no dijo nada más.
-Dime cuando tengas hambre.
Y volvió a concentrarse en conducir.
La cabeza de Lin Xinyan palpitaba, como si hubiera alguien taladrando su cabeza. No sabía hacia dónde conducía He Ruize, pero la carretera estaba llena de baches y la herida de su cabeza latía más con cada bache; sin embargo, nunca lloró, solo sufrió en silencio. Para distraerse del dolor, se obligó a desconectarse y a quedarse dormida con tal de no sentir el dolor.
El sol se puso y el cielo oscureció.
Cuando se despertó de nuevo, no sabía qué hora era. Ya no estaba en el auto, sino en un motel; el lugar no era espacioso y el mobiliario era sencillo, parecía el tipo de motel en el que no se necesita ninguna identificación. Lin Xinyan se dio cuenta que originalmente debía ser una casa, pues era notable que la habitación fue en un principio una parte de la sala de estar.
Había una sonrisa burlona en su pálido rostro. He Ruize debía de estar en una situación difícil porque, para evitar ser detectado, ahora vivía en este tipo de lugares. Al ser un miembro de la familia He, había nacido en cuna de oro y nunca había experimentado dificultades como esta. Su garganta estaba seca y quería beber un poco de agua; sin embargo, sus manos y piernas seguían atadas y He Ruize no estaba cerca. Debía tener miedo de que ella escapara.
Entonces, la puerta se abrió de un empujón y He Ruize entró con las cosas en la mano.
—Estás despierta —preguntó al notarlo—. ¿Ya tienes hambre?
Cerró la puerta tras él, puso el seguro y giró el picaporte para asegurarse de que la puerta estaba cerrada, como si le preocupara que la cerradura no funcionara bien, para después voltearse y colocar las cosas en la mesa.
—Tengo sed. —Se le quebró la voz.
No sabía cuánto tiempo llevaba sin hablar ni cuánto tiempo llevaba sin beber nada; en ese preciso momento, estaba sedienta. He Ruize desató la cuerda que rodeaba sus manos, tocó sus delgadas y claras muñecas que habían sido arañadas por la cuerda dejando marcas rojas.
-¿Te duele? —Lin Xinyan no le respondió ya que le pareció que era un hipócrita; si de verdad le molestara, no la habría tratado así. He Ruize desató la cuerda de sus piernas y la sentó-. Te traeré un poco de agua.
Lin Xinyan movió su muñeca dolorida y miró la botella de agua que He Ruize trajo, estaba a punto de abrir la tapa cuando Lin Xinyan dijo:
-La abriré yo misma.
—¿No te duele la mano? —respondió él.
-No, he visto que compraste comida. ¿Tienes hambre? Deberías comer primero.
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