Cuando Gonzalo bajó del avión, sus ojos miraron ansiosamente hacia la multitud. Habían pasado cuatro meses y echaba de menos a su hija.
Pero no vio a Danitza, y cuando se estaba desilusionando un poco, alguien se acercó a él y le dijo:
—Usted debe ser el señor Gonzalo, estoy aquí para recogerlo, por favor venga conmigo.
El hombre ayudó a Gonzalo a recoger sus cosas y lo condujo hacia el frente.
—¿Usted es? —Gonzalo quería preguntar por qué su hija no había venido a recogerlo.
—Vengo a buscarlo, la señora no se encuentra bien y no puede venir a un lugar lleno de gente. —El hombre le explicó a Gonzalo.
Tal vez en este momento la señora estaba todavía molesta con el señor Alejandro, ya que esta mañana Danitza estaba lista para recoger a su padre, pero estaba muy mal, vomitaba sin parar, ni pensar en poder comer, simplemente su estómago no aceptaba comida alguna en absoluto.
Por supuesto que Alejandro no la dejo salir, así que llamó al médico de la familia para que le colocaran dextroza.
—¿Mi Danitza está enferma? —Cuando Gonzalo escuchó que era Danitza la que estaba enferma, se puso muy nervioso. Esta niña nunca había tenido una madre a la que amar desde que era pequeña, todo se debía a que la había criado él solo.
—En realidad no, es porque la señora está embarazada y tiene muchos malestares, por lo que el señor no se sintió cómodo con su salida. Sin embargo, señor Gonzalo, pierda cuidado que volveremos pronto y podrá ver a la señora. — El hombre le explicó a Gonzalo.
Una vez que se enteró de que era su hija la que estaba embarazada, Gonzalo se sintió aliviado. Su madre también sufrió de malestares cuando estaba embarazada de ella, en ese momento Gonzalo la había cuidado con mucho empeño, aunque al final los abandonó, aún así no se arrepentía.
—Este Roberto, siempre ha sido bastante bueno con Danitza. — Gonzalo dijo con una sonrisa.
Aquellas palabras dejaron al hombre sin poder dar una respuesta, «¿Roberto? ¿No es este el nombre del gerente del Grupo Ramírez? ¿Qué tiene que ver con la señora Danitza?».
Cuando llegaron a la villa, el hombre guió a Gonzalo al interior. Danitza seguía tumbada en el salón recibiendo una intravenosa. Por otro laco, Alejandro ya se había ido a trabajar, de todos modos eso era bueno, pues Danitza se sentía incómoda con solo mirarlo.
—¡Danitza! —Gonzalo se sintió acongojado al ver a su hija unida a una dextrosa.
—Papá, ¡ya has reagresado! ¿El viaje estuvo tranquilo? —En cuanto Danitza vio a su padre, sonrió.
—Cálmate, mi niña, ¿cómo te sientes?, ¿estás mejor? He oído que no has tenido una buena reacción, pero deberías de tener cuidado. Debes de comer cosas agrias, a tu madre le pasaba lo mismo. —Gonzalo le dijo a Danitza.
Luego habló con la persona que estaba a su lado y pidió que le trajeran algo agrio a Danitza.
Así que pronto le trajeron algunas naranjas agrias a Danitza.
Gonzalo fue a lavarse las manos y ayudó a Danitza a pelar algunas.
—Esto estña bien, puedes comer un poco primero y acostumbrarte gradualmente. —Una vez pelado, Gonzalo dio de comer a su hija.
Danitza se lo comió de un solo bocado sin sentir el más mínimo sabor de amargura.
Diego, que había probado la acidez de aquellas naranja, sintió que la lengua le picaba con solo verla comer, pues aquellas naranjas eran muy ácidas.
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