Danitza llevaba un buen rato mirando las almejas; tenían una forma tan interesante que le daban ganas de comérselas solo con mirarlas. Tomó su plato y se dirigió a la sección de mariscos, lista para la guerra.
Pero ni bien llegando, había otro tipo que se servía casi todas las almejas. Entonces, Danitza se enfadó un poco cuando vio que sus preciosas iban a desaparecer.
—No te enfades, te repartiré la mitad. —El chico, que ya percibía el fuerte aura a enfado, se apresuró a compartir la mitad de aquella ración de almejas en el plato de Danitza.
—Listo, ahora, salgamos a comer. —El chico tiró de Danitza y se dirigió al exterior.
Danitza solo vio una figura alta y ese cabello rubio.
Aquella persona la agarró del brazo con tanta fuerza que no pudo liberarse, y con ello los dos se dirigieron al exterior de la casa, a una zona apartada.
—Ven a comer aquí, me encantan las almejas, pero no tengo con quien comerlas, ahora por fin hay alguien que comparte mi afición. —Fue entonces cuando el chico volvió la cara.
Danitza miró a este chico, era demasiado guapo. Aunque parecía joven y tenía el pelo teñido de rubio, estaba claro que era alguien local.
—Guapa, ¿por qué me miras? ¿Es porque soy guapo y te gusto? —Ángel sonrió al mirar a Danitza, esta joven era tan guapa que le gustó a primera vista.
El chico era narcisista, pero Danitza no podía decirle que no, así que tenía que admitirlo, después de todo tenía una cara bonita.
—Sí, eres guapo, ¿cómo te llamas? —le preguntó Danitza.
—Me llamo Ángel Álvarez, ¿y tú? —Ángel compartió algunas de sus almejas con Danitza.
—Me llamo Danitza Sánchez —los dos bromearon y se rieron juntos, estuvieron comiendo almejas, y de pronto hubo un montón de conchas vacías delante de ellos.
—Es tan delicioso. —Ambos utilizaron el mismo movimiento, chupando cada de dedo de sus manos.
—Danitza, eres muy buena escondiéndote, te he estado buscando durante mucho tiempo. —Alejandro estaba hablando con Ernesto y los demás, pero en un abrir y cerrar de ojos perdió de vista a Danitza.
No la encontró después de buscar por toda la casa y resultó que había salido con un niño a comer almejas, sonriendo tan felizmente. Se preguntaba de qué familia venía el niño, era tan guapo, hasta tenía cierto parecido a Danitza.
—Oh, señor Alejandro, también está aquí, ¿quieres un poco de almeja? —Danitza se limitó a decir amablemente, tomando una almeja entre sus dedos.
Alejandro tomó la mano de Danitza entre las suyas y comió la almeja desde su mano, y cuando terminó, incluso se lamió los labios, ¡no podía estar más sexi!
Danitza se quedó boquiabierta, Alejandro era realmente guapo.
—Danitza, ¿es tu marido? —preguntó Ángel mientras veía lo íntimos que eran.
—Sí..., no. —Danitza se limitó a asentir, pero inmediatamente volvió a negar con la cabeza. Esto hizo que Ángel no supiera si era un sí o un no.
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