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Escapando de mi esposo infiel romance Capítulo 3

—¡Respóndeme, Ariana! —gritó Sergio, sacudiéndola con fuerza.

Ariana sintió miedo.

No era la primera vez que discutían, pero algo en sus ojos… algo en su expresión… la hizo estremecerse. Había furia, desesperación, pero también algo más oscuro, algo que la puso en alerta.

«Si le digo que me iré, ¿qué pasará? No… no puedo hacerlo ahora. Nuestra despedida debe ser limpia. No quiero peleas, no quiero escuchar sus excusas. No hay disculpas para lo que me hizo.»

Tomó aire, obligándose a mantener la calma.

—¿De qué hablas? —preguntó con voz controlada—. Hoy acompañé a Miranda con una abogada. Tiene problemas serios con su esposo… ella va a divorciarse.

El agarre de Sergio se aflojó al instante. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero lo que más resaltó en su rostro fue el alivio.

—¿Miranda…? —susurró, parpadeando.

Por un segundo, temió haber dejado entrever demasiado.

Ariana lo notó. Su mirada afilada lo perforó con sospecha.

—¿Y por qué crees que yo pediría el divorcio, Sergio? —preguntó con frialdad—. ¿Acaso hay una razón por la que debería divorciarme de ti?

El hombre se quedó en silencio.

Se midieron con la mirada, como dos contrincantes, en una partida de ajedrez donde el siguiente movimiento podría ser decisivo.

Sergio sintió cómo la paranoia lo invadía por un momento.

«¿Lo sabe? ¿Ha descubierto la verdad?»

Pero entonces, sonrió.

«¡No, imposible! Si Ariana supiera algo, estaría llorando, gritando, exigiendo respuestas»

Sonrió con confianza, acercándose a ella con una dulzura fingida.

—Princesa, jamás haría algo que me hiciera perderte —susurró, acariciándole la mejilla—. Te amo tanto… la sola idea de perderte me aterra.

Ariana sintió náuseas.

Él la besó, con la misma pasión de siempre, como si nada hubiera cambiado.

Y por un instante, ella casi se dejó llevar.

Durante años, esos labios habían sido su refugio, su hogar. Había amado a ese hombre con toda su alma.

Pero entonces, la imagen de otra mujer apareció en su mente. Recordó esos mismos labios besando a alguien más. Recordó su traición.

La repulsión la golpeó como un puño en el estómago.

Se apartó bruscamente, corriendo hacia el baño.

Sergio la siguió, preocupado.

—¿Ariana? ¿Qué te pasa?

Ella se inclinó sobre el lavabo, con arcadas, sintiendo que el aire se le atascaba en la garganta.

Se enjuagó la boca con las manos temblorosas y luego levantó la vista. Su reflejo en el espejo le devolvió una imagen que no reconocía.

«Estoy enferma. Enferma de amor. Enferma de dolor.»

—Debió ser algo que comí —murmuró, sin voltear a verlo.

Sergio sonrió con ternura.

—¿No estarás esperando un bebé?

Ariana sintió que el corazón se le detenía.

Un escalofrío recorrió su espalda.

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