Ese príncipe es una chica: la esclava cautiva del rey vicioso romance Capítulo 126

EMERIEL

Emeriel y Lord Herod paseaban bajo el cielo iluminado por la luna, sus linternas proyectando suaves luces en el camino empedrado.

A medida que pasaban, las cabezas se inclinaban y los ojos curiosos los seguían.

-Están sorprendidos-, comentó Lord Herod con una risa suave. -No me han visto con una mujer desde la muerte de Vera. La mayoría de las veces, es Ezra, mi anfitrión de sangre, quien está a mi lado.

Emeriel miró a su alrededor, una suave sonrisa adornando sus labios. -Todos te adoran, Mi Señor. ¿Y por qué no lo harían? Eres el Urekai más amable que conozco.

Él se rió. -Me halagas.

Llegaron a una plaza abarrotada, su aire lleno de música y risas. Los plebeyos Urekai se reunieron bajo un dosel de linternas brillantes, las mujeres balanceándose y cantando al unísono mientras los hombres las observaban con adoración.

-Muchos encuentran el amor en noches como estas-, reflexionó Lord Herod. -Algunos regresarán a casa con un vínculo después del ritual de unión de siete días, mientras que otros llevarán un corazón roto.

Emeriel solo escuchó a medias sus palabras, sus pensamientos divagando hacia el gran rey.

Últimamente, había dominado tanto sus pensamientos que cualquier momento en el que no estuviera en su mente se sentía extrañamente vacío.

La noche anterior había sido aterradora. Sin embargo, el recuerdo de su contacto... la pasión en sus ojos... habían estado en su mente todo el día. Sus besos la habían dejado débil en las rodillas.

-Emeriel?

La voz de Lord Herod la devolvió a la realidad. Se había detenido, frunciendo el ceño con preocupación. -Has estado perdida en tus pensamientos todo el día. No es saludable obsesionarse con las cosas, pequeña. ¿Qué te preocupa?

-Estoy bien, Mi Señor-, le dio una sonrisa forzada para ocultar su tormento interno.

-No, no lo estás—- Antes de que pudiera presionar más, una elegante mujer Urekai se acercó a ellos, sus ojos brillando con admiración.

-Bendita noche, Mi Señor-, saludó, inclinándose. -Te vi desde lejos y no pude resistirme a saludarte.

Lord Herod sonrió cálidamente. -Orin, es bueno verte. ¿Cómo estás?

-Bien, gracias a la generosidad de tu familia, Mi Señor-. La mirada de Orin se desvió hacia Emeriel.

-Orin-, comenzó Lord Herod, -permíteme presentarte a la Princesa Galilea. Y Leah—- se volvió hacia Emeriel -—esta es Orin, la estimada sanadora de nuestra familia.

Ambas mujeres intercambiaron una reverencia respetuosa: el gesto de Orin reconociendo el estatus real de Emeriel, y el de Emeriel, un simple reconocimiento de la presentación. Los ojos de Orin brillaban con curiosidad.

-Esto me recuerda-, comenzó Lord Herod, dirigiéndose a Orin, -tenía la intención de enviarte un mensaje mañana, pero ya que nos hemos cruzado, ¿podrías ayudarme con algo?

Orin asintió con entusiasmo. -Por supuesto, Mi Señor. Mi hija lleva mi bolsa de medicinas justo al otro lado de la calle. Rara vez salgo sin ella, en caso de emergencias. ¿En qué puedo servir?

-Necesito que evalúes a Galilea para su pleno celo. Será el primero, y debemos saber el día para prepararnos en consecuencia.

Orin contuvo el aliento. -¿Una Sirena?

Se volvió hacia Emeriel, su mirada llena de nuevo respeto y una sonrisa genuina. -Estoy tan feliz por ti, Lord Herod. Me preocupaba que no pudieras seguir adelante desde la Dama Vera. Me alegra ver que estás haciendo un esfuerzo.

La diversión bailaba en los ojos de Lord Herod. -De hecho, estoy haciendo un esfuerzo, así que no te preocupes, querida Orin. ¿Dónde sería un lugar adecuado para esta evaluación? ¿Debemos regresar a mi casa?

Orin prácticamente saltaba de emoción. -No, no, eso está demasiado lejos. Mi casa está mucho más cerca, Mi Señor, como bien sabes.

-Así es-, asintió él.

-Iré a buscar mi bolsa de inmediato. Volveré en un momento-, dijo Orin, su voz llena de anticipación mientras se alejaba.

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