¿Dio igual si pasó o no?
En realidad, Xenia no lo creía, porque hasta ahora no había olvidado de la noche en el extranjero, en la cual Naomí estaba emborrachándose, y tenía fiebre.
Había escuchado la conversación entre Diego y Naomí.
En aquel momento, las expresiones y el tono de Diego indicaba que reconcilió los ánimos claramente. Sin embargo, después de esa noche, parecía que no había pasado nada entre ellos, además, Diego salió rápidamente.
Cuando volvió, no había más relación entre las dos personas.
En la opinión de Xenia, creía que Diego se enamoró de Naomí, pero entendía por qué su hermano mayor no querría estar junto con ella.
-¿Qué ha pasado?- pensaba Xenia.
Movió sus labios levemente, y recordó las palabras de Simón Freixa.
-El tiempo para nosotros está limitados, ¿estás preocupada por los demás?- las frases existió en su mente.
Lo que querría decir estaba en la punta de la lengua, pero ponía freno.
-Bueno, he prometido que no me meteré en sus asuntos a Simón, pues no hace falta hablarlo.- Pensaba Xenia.
Había pasado cinco minutos, según lo acordado entre Simón y ella, tenía que dejar de continuar hablando, por lo tanto, dijo Xenia, -bueno, lo sé. No diré nada, ya que tienes decisiones en tu mente. Simón me espera abajo, y me voy ahora.
-De acuerdo.- Diego dijo, notando su cabeza.
Dio media vuelta y unos pasos, Xenia volvió su cabeza, y tenía en sus cara una expresión vacilante.
-Diego, ¿lo que quería hacer es que me invitó a cenar y nada más?- preguntó ella.
Tras esas palabras, Diego dejó de tocar la mesa con sus dedos, con las miradas parpadeantes, y dijo en tono suave, -si no, ¿qué sería?
Xenia fijó la mirada en él por unos segundos, y giró la cabeza hacia otro lado.
Dijo ella, -nada más, me voy.
Luego, no volvió y salió rápidamente del cuarto de estudio, no sepa nada sobre lo que pasaría, después de un rato de su partida, el hombre que sentaba ante el escritorio bajó sus miradas, parecía que existiera un lago profundo en sus ojos.
Estaba abajo, Xenia encontró a lo lejos que Simón dirigía a ella.
Calculó tiempos, y se dio cuenta de que había llegado tarde.
Xenia limpió su garganta, y se adelantó con una conciencia culpable.
Simón alzaba sus labios delgados, y presentaba una sonrisa que no era fácilmente detectable. Aparentemente, sólo era una sonrisa sencilla, sin embargo, en el corazón de Xenia, esa sonrisa indicaba peligros.
Simón echó un vistazo al reloj, y dijo suavemente, -ha pasado cinco minutos, llegas tarde.
Su voz era muy suave, pero Xenia captó un signo de peligro, por eso iba hacia él, riéndose, y tapó el reloj con sus manos, y luego dijo, -la información de tu reloj es tan inexacta. Cuando estaba en el cuarto de estudio, había verificado la hora, gasté cinco minutos ahí, es normal que lleve tiempo en la carretera, ¿no?
-¿Cómo?- Simón levantó sus cejas y dijo.
Xenia continuó, -además, no acordamos cómo calcularíamos el tiempo, no debas echar la culpa a mí, no dije nada con él. ¡Verdad!
-¿No dijiste nada?- le mirada con los ojos entrecerrados, Simón preguntó-, si es la verdad, ¿por qué gastaste más de cinco minutos?
Xenia contestó, -hablábamos sobre la vida cotidiana, y pregunté por la salud de Diego, pase lo que pase, es mi familiar, tengo la libertad de hablar con él, no podrías restringirme.
Dicho esto, Simón no podría decir algo más, si lo dijo, sería demasiado implacable.
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