-Te has olvidado de todo lo que te dije antes, ¿cierto?- aun estando decepcionada por sus actos, Xenia no era capaz de reprocharle a Bernabé de manera violenta, viendo su rostro inocente, con la cabeza abajo.
Pero ella era consciente de su modo de ser, si no le daba lecciones, la próxima vez repetiría. Así decidió ignorar lo humilde que estaba Bernabé, le siguió reprochando con seriedad.
-Si te encuentras la próxima vez con un malvado, siendo tú un niño de solo 4 o 5 años, ¿serás capaz de protegerte? Y si te pasa algo, sabes ¿cuánto lamentable estaré yo?-
Con tantas preocupaciones, Xenia empezó a pensar en la escena en que sufrió Bernabé, lo cual le hizo brotar las lágrimas de los ojos y con sollozos en la voz.
Se dio cuenta de lo grave que era la situación cuando escuchó sollozos en su voz. Bernabé levantó la cabeza y la vio con los ojos llenos de lágrimas.
Sintiéndose muy culpable por su tristeza, aturdido, intranquilo, Bernabé se acercó a Xenia agarrando su mano.
-Mamá, ya sé los errores que he cometido, no llores, por favor.-
Viéndolo con culpabilidad y arrepentimiento, se sintió más enojada.
Hizo como podía para alejarse de Óliver, y Bernabé, por su parte, salió con él sin haberle avisado.
-No me agarres la mano.- Lo apartó y volvió la cabeza.
Justo ahora se abrió la puerta del ascensor, entró Xenia, seguida de Bernabé, quien se sintió muy triste.
-Mamá, no te enfades, de veras admito los errores.-
Apretando los botones del piso, no le hizo caso.
Abrió la puerta y cedió un espacio para que Bernabé entrara, y éste lo hizo con rapidez.
Al entrar en la casa, Xenia se sentó directo en el sofá, inmóvil, con boca bien cerrada.
Viéndola así, Bernabé se dio cuenta de lo pesada que era la consecuencia.
De hecho, Xenia estaba pocas veces enfadada con él, ni hablar de las palabras pesadas, pero hoy seguía enojada, debería cometer algún error muy grave.
Con mucho arrepentimiento, se metió a la cocina.
Dos minutos después, salió con un vaso de jugo en la mano.
Se lo pasó a Xenia, diciendo, -Mamá, te hice un vaso de jugo para aliviar tu enojo.-
Sin embargo, Xenia seguía inmóvil, sentada en el sofá, mirándolo sin palabras.
-Mamá, mamá, mamá… Mírame, mira el jugo, pruébalo, por favor.- Bernabé no pensó dejar de llamarle hasta que le perdonara. No estaba desalentado por sus enojos, y cuanto más se callaba, más se acercó a ella para que ésta se pusiera feliz.
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