Ya que Simón le había dicho que lo esperara, ella no podía salir a esta hora para evitar que no la encontrara.
Además, Xenia no sabía dónde estaba.
Después de pensarlo, ella se levantó y salió de la casa para echar un vistazo a los alrededores y averiguar de paso dónde estaba.
Cuando se dirigió a la sala de estar, Xenia descubrió que allí también había un gran balcón adosado, y medio de este estaba ocultado detras de las cortinas.
Se estiró y se acercó a abrir las cortinas.
La luz del sol era realmente agradable. Ella no tenía la idea de cuánto tiempo tardaría Simón en llegar.
Xenia se acercó al balcón y miró a su alrededor, y cuanto más miraba, más familiar le resultaba todo, el árbol de ginkgo de la entrada del barrio y el sendero de piedra...
Se parecía tanto al mismo barrio en el que vivía.
Y la ubicación ...
Diez segundos después, Xenia regresó bruscamente del balcón y se dirigió a toda prisa hacia la puerta.
Tras abrir la puerta de seguridad, Xenia encontró la entrada de su casa y se quedó helada.
Efectivamente ...
Resultó que después de que se durmiera la noche anterior, Simón la había llevado directamente a la casa en frente de su casa.
Entonces, Simón había estado viviendo aquí.
Por un momento, Xenia tuvo sentimientos encontrados en su corazón y no pudo decir nada.
Por lo que ella sabía, cuando compró la casa antes, no había nadie viviendo aquí, y no podía ser una coincidencia que la hubiera comprado justo enfrente de la de Simón.
De este modo, era muy posible que esta casa fuera comprada por Simón más tarde que ella.
En cuanto a la razón por la que lo compró, ya quedó muy obvia.
Xenia salió del balcón, cerró la puerta y volvió a entrar en la sala
Simón llegó rápidamente, y cuando oyó abrirse la puerta, Xenia, que estaba sentada en el sofá, levantó la cabeza para mirar hacia la persona que venía.
Su pelo y su ropa estaban un poco desordenados, y su frente aún estaba cubierta de un poco de sudor.
¿Cómo de urgente era llegar aquí?
Cuando Xenia se levantó, Simón se la acercó y rodeó su cintura con los brazos.
-Es mi culpa, ¿te mueres de hambre?-
-Uh ... todavía no- Xenia sacudió la cabeza y le preguntó, -¿Por qué has venido tan rápido? ¿Ibas a toda velocidad?-
Simón curvó sus finos labios y dijo, -¿Estás preocupada por mí?-
Ella desvió la mirada, y luego le oyó decir, -No te preocupes, mi velocidad está bien controlada. Además, tengo que seguir vivo para llevarte a comer-
Al oír esas palabras, Xenia no pudo evitar mirarle fijamente, -¿Quién necesita que me lleves a comer? Puedo hacerlo yo misma. Además, este lugar no es desconocido para mí-
-Parece que ya has salido y lo has visto-
Xenia asintió diciendo, -Eché un vistazo al balcón cuando te estaba esperando hace un momento, así que ... lo acerté-
Simón se apoyó en su cuello y vio que se había puesto la ropa que él había preparado para ella, y una brillante sonrisa cubrió el fondo de sus ojos.
-¿Te gusta?-
-¿Qué?- Xenia levantó la vista con consternación, sin entender lo que quería decir con la pregunta.
-La ropa- Simón bajó la cabeza y la miró con miradas amables, -Lo elegí todo yo-
-¿Los elegiste en persona?- Quería agregar “cómo es posible”, porque le pareció imposible que había tanto tiempo para elegir tanta ropa. Pero la talla era perfecta para ella, eso convenció a Xenia de que había dicho la verdad.
Entonces ella parpadeó, y le dijo unas palabras amables,
-Todo está bien. Me gustó-
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