La mirada tormentosa e Cecil, aunada al leve olor a cigarrillo, ocasionaron que el corazón de Linda palpitara con fuerza.
Por último, el hombre se inclinó un poco, y pronunció una simple y fría palabra: "Vete".-
Al decir eso, soltó la cintura de la chica, de manera brusca, luego, se levantó y se dirigió al baño.
Sin tener la osadía de desobedecerlo, la mujer salió déla habitación en completo silencio.
Aquel era su primer día dentro de la mansión de la familia Lo, por lo que, al salir de la habitación y cerrar la puerta tras ella, no tenía ni la más remota idea de dónde ir. Ya los sirvientes se habían acostado y las luces estaban apagadas, lo que hacía que la mansión luciera oscura y poco acogedora. Sintiéndose totalmente perdida, se puso de cuclillas en la puerta de dónde acababa de salir, con sus brazos alrededor de las piernas y la barbilla apoyada sobre sus rodillas.
Se mantuvo en aquella posición durante la noche entera.
El palpitar nervioso de su corazón la mantuvo despierta hasta el amanecer, cuando al fin pudo dormirse.
Cuando el magnate abrió la puerta esa mañana, lo primero que vio fue a una mujer agachada en el piso, aún con el camisón de seda puesto.
Durmiendo, la chica tenía el ceño fruncido, como si estuviese teniendo una pesadilla.
Sin dudarlo siquiera un poco, el hombre levantó el pie y la pateó.
Eso hizo que Linda abriera los ojos al instante. Luego, de manera inconsciente, miró a su alrededor y pudo ver al hombre con sus ojos fijos en ella. "Señor... Buenos días, señor Bo", balbuceó sorprendida.
"¿Dormiste aquí toda la noche?", preguntó él, con frialdad.
"Sí, así es", respondió ella.
Él simplemente resopló, después de escucharla, mientras se pellizcaba el entrecejo.
"Lambíate de ropa y después baja", dijo, finalmente.
De inmediato, Linda asintió obedientemente, diciendo: "Está bien...".
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