—Adela es una joven, ¿por qué le cuentas tanta historia? ¿A quién le gusta escucharte?
Josefa miró a Adela con una sonrisa.
—Adela, ¿por qué no te unes al Club Mensa? Te recomendaré.
—Yo...
Adela tenía la boca llena de comida, quería decir algo, pero no podía.
—Se ha unido al club Mensa en su tercer año del instituto.
Criz habló mientras ponía las gambas en el plato de Adela.
—¿Sabes todo sobre Adela?
Josefa levató sus cejas y dijo desconfiadamente.
—Todo —dijo Criz orgullosamente.
¿Por qué estaba haciendo el ridículo? Josefa quería preguntar a sí misma.
—Tal vez ella tiene un mayor coeficiente intelectual que tú ahora.
Josefa ya se había dado por vencida, pero Criz añadió.
—¡Adela, desafiemos juntas ese cubo de Rubik 33×33 después de la cena y veamos quién es mejor!
Josefa podía aguantar cualquier cosa, pero no podía soportar que alguien desafiara en la inteligencia.
—¿Qué?
Adela, que estaba comiendo, levantó la vista con una expresión de estupefacción.
—¡Está decidido! —dijo Josefa, tenía mucha gana de competir.
—Eh... Vale.
Adela aceptó sin poder evitarlo, solo pensaba que estaba acompañada a su futura suegra.
—Adela, bebe la leche y relájate.
El abuelo Morales le entregó sonriente la taza, interrumpiendo a Josefa.
—Se me ocurrió la sed.
Adela tomó la taza del abuelo y tomó un gran sorbo.
—Adela, tú y Criz habéis estado alojados juntos durante tantos días, ¿vais a tener un bebé, no?
—¡¡¡Pfft!!!
A la desprevenida Adela se le escapó la leche, afortunadamente ya bajó la cabeza. «¡Abuelo, qué dices!»
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