Con el penetrante rugido de Odell, todo el aire del amplio salón fue succionado.
Sylvia retiró la dura mirada de sus ojos y sonrió. Llevaba una sonrisa afilada como si se burlara de él e insinuara: “¡Mira qué buen rehén soy!".
Odell guardó silencio. Sintió que su enojo aumentaba en su pecho.
Hizo una pausa. Con una mirada dominante, dijo: "Te daré tres minutos para ordenar tus pensamientos y preparar una disculpa a Tara".
Sylvia sonrió. "¿Y qué pasa si no me disculpo con ella?".
"¡Entonces, ni se te ocurra salir nunca de este lugar!".
La sonrisa en la boca de Sylvia desapareció.
¿Iba a repetir lo sucedido y hacer que la abofetearan sesenta veces? ¿Iba a romperle las piernas?
Después de unos segundos, dijo: "No me disculparé con ella aunque hagas que me maten hoy".
Odell frunció el ceño con frialdad.
Ella lo miró sin miedo y con determinación.
Odell sintió que su cuerpo se tensaba involuntariamente.
De repente, Tara tiró de su brazo para aconsejarle: "Olvídalo, Odell. No importa que me haya herido un poco la muñeca. Es solo que no podré dibujar durante un tiempo, pero no pasa nada. Solo necesito descansar un tiempo y me pondré bien".
La expresión de calma de Odell volvió a ser intensa de repente.
"Je". Sylvia se rio.
Odell la fulminó con la mirada. "¿De qué te ríes?".
"Lo siento por eso. Es que estoy muy impresionada".
Odell la miró con desconfianza, sin comprender por completo qué es lo que le parecía divertido.
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