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FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 16

Rose lo miró con curiosidad, como si de repente no le creyera mucho, y él por supuesto que no iba a decirle que sabía de lo que hablaba.

—No me digas —le preguntó con coquetería—. ¿Sabe usted algo de Construcción de sets, señor Rossi?

—Pues sobre eso no pero vamos, soy italiano, sé mi poquito de arte y otro poquito de pintura...

Obvio no iba a decirle que también sabía de tinta, grabado, relieves, impresión y todo lo que hacía falta para detectar que a Massimo no le encajaran billetes falsos. Podía resumirse en "arte".

—Bueno, ¿crees que puedas con una maqueta de dos por dos a escala treinta a uno de una montaña, para una animación de kung fu? —preguntó ella y Karim sonrió con sorna.

—Nena, si puedo contigo y tu palo de criquet, créeme que puedo con cualquier cosa —sentenció—. Vamos, parece que hay mucho que hacer, tengo una idea.

Karim le hizo un gesto y Rose lo siguió en su auto hasta el estacionamiento privado de un edificio. De ahí él la pasó a su camioneta y juntos fueron a una enorme tienda de materiales.

—¿Madera y esto... cómo se llame? —preguntó Rose confundida.

—Son pernos de encaje —rio Karim—. Si hacemos una maqueta de dos por dos metros en cualquier lugar que no sea tu salón de clases, va a ser imposible trasladarla así que ¡la haremos desmontable! Con esto puedo hacer las bases.

Rose lo miró con la boca abierta y una sonrisa se dibujó en su cara.

—¿Hay algo que no sepas hacer? —le preguntó.

—Bueno... estoy en proceso de aprender a hacerte feliz a ti, eso no es tan fácil como parece —replicó él inclinándose para darle un beso y una hora después salieron de allí cargados de pinturas, pegamento, madera, herramientas y cuanta cosa hacía falta para hacer el condenado set.

Llevaron todo al departamento de Karim y Rose se quedó mirando alrededor impresionada. No por el lujo sino precisamente porque él era muy minimalista y sus espacios eran muy eficientes.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó cuando lo vio arrinconar los muebles para despejar todo el salón principal del departamento.

—Haciendo espacio, nena, vamos a ensuciar de lo lindo y necesitamos movernos alrededor —le explicó él viendo que por suerte les sobraba un espacio bastante grande donde trabajar aparte del que ocuparía la maqueta—. Bien, paso dos. Mándale la dirección a tus padres, diles que vamos a hacer esto y que vengan a ayudar —le dijo con seguridad—. Y de paso pídeles que traigan comida.

Rose levantó una ceja divertida, aquella era manipulación de la peor clase porque obviamente podían pedir comida a domicilio. Pero lo que él realmente quería era que Moe y Mala supieran dónde estaba y qué estaba haciendo.

Dos horas después, en medio de la pintura, el martilleo y el aserrín por todos lados, tocaron a la puerta con suavidad y Rose fue a abrir para encontrar a sus padres en la puerta con sendas bolsas de comida. Chris miró por encima de su hombro aquel desastre y se enfadó con el idiota del profesor, pero enseguida se pusieron todos manos a la obra.

Chris ayudó a Karim a montar aquella base, ensamblando y desensamblando piezas de cincuenta centímetros hasta que quedaron perfectas, mientras Mala hacía árboles en miniatura como si le fuera la vida en ello.

Finalmente a las once de la noche estaba con el veinte por ciento del trabajo hecho y Mala le enseñó a sus esposo sus deditos pelados de tanto hacer ramitas. Él, por supuesto, no se quejó por haberse machucado un par de dedos, pero era obvio que también daba su labor por realizada.

—Nena, esto va a quedar increíble pero tu padre y yo ya no estamos para estas andanzas. Ven, acompáñanos.

Rose bajó con ellos al estacionamiento y Mala sacó de la cajuela del coche una pequeña bolsa con ropa y cosas de aseo de su hija, entregándosela después de darle un abrazo. Era evidente que le faltaba muchísimo trabajo por hacer y que el departamento de Karim quedaba más cerca de la escuela que la mansión.

—Pórtate bien y cuídate, nos dices mañana cómo te fue —le dijo.

—Rose, tus ronroneos no me están ayudando —susurró en su oído porque a medida que se relajaba parecía una pequeña gatita en celo.

—¿Por qué? ¿Te molestan?

—Al contrario, me suben la... autoestima —replicó él.

—Eso solo puede ser bueno —aseguró ella echándose hacia atrás para rozar con su trasero toda aquella autoestima—. ¡Wow! ¡Esto está a punto de convertirse en ego de la peor clase!

Los dos rieron porque era evidente que a Karim le bastaba tocarla para estar más que excitado, y a pesar del cansancio del día era imposible que aquella chispa no estallara.

—¿Nos vamos al balcón? No hay nada de exhibicionismo aquí —lo molestó ella y Karim gruñó sobre su boca antes de tomarla en un beso posesivo.

Levantarla por las caderas haciendo que enroscara las piernas a su alrededor y llevársela a la cama le tomó solo un segundo, pero ¡demonios, ya se merecían una cama de verdad!

Desatar aquella tormenta no era el problema. Hacerla suya, escucharla gritar, sentir su peso sobre él y permitir que el suyo la inmovilizara sobre aquella cama mientras la llevaba al cielo y de regreso no era el problema. Aquel concierto de sudor, besos y embestidas que terminaban en gritos o en jadeos profundos, en Rose pidiendo más o él aguantándose para no terminar dentro de ella... ese no era el problema.

El maldito problema era la ternura del post sexo. Era verla en su cama, enredada entre su cuerpo y su edredón. Era verla dormida, con el cabello desparramado en aquella almohada y aquella pequeña arruga en el entrecejo porque se dormía preocupada. El problema no era follársela como un salvaje, el problema era dormir con ella y saber definitivamente que estaba enamorado.

Le dio la vuelta para abrazarla y se pegó al calor de su espalda mientras la escuchaba respirar despacio... y al día siguiente ninguno de los dos oyó el despertador.

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