Mitch se despertó sobresaltado por un fuerte golpe. Permaneció inmóvil durante unos segundos, sintiendo que apenas podía respirar, antes de que su corazón empezara a acelerarse y se incorporara rápidamente. Entrecerró los ojos para protegerse de la luz matinal que entraba por la ventana de su habitación, intentando comprender lo que acababa de ocurrir... pero el golpe que había escuchado solo venía de su pesadilla, y los gritos de Grace también.
Se levantó de la cama con el corazón latiéndole con fuerza mientras buscaba desesperadamente el botiquín de su baño. Alcanzó uno de los viales y se clavó la pequeña aguja en un costado sin dudarlo ni un instante.
Hacía años que no tenía crisis grave porque era precavido, y en aquel momento exacto sabía que lo que estaba provocándolo era simplemente psicológico. Aun así exhaló más calmado y salió al pasillo, con los pies descalzos en silencio contra el suelo de madera. Bajó sigilosamente las escaleras y tomó aquel ramo de flores que había recibido la noche anterior. Lo echó al cesto de la basura, pero conservó la tarjeta.
"Te estoy profundamente agradecido por no matar a mi padre".
Estaba escrito en un par de renglones y Mitch apretó los labios, preguntándose si eso había sido la respuesta a la orden directa que le había dado o el desafío de un hijo que pensaba vengar a su padre. De cualquier manera, tenía que estar preparado para todo.
La siguiente semana fue un lapso oscuro en su vida. Alan y Mar se encargaban de tenerlo informado sobre la evolución de Grace, pero él no había regresado al hospital porque sabía que sería mucho peor.
Cada vez que iba a la universidad o tocaban a su puerta, esperaba que fueran agentes llevándoselo por la agresión a Gerson Cassidy, después de todo el tipo era jefe de policía; sin embargo una semana después no había indicios de que algo como eso fuera a suceder. Supo que el tipo había sobrevivido a múltiples operaciones, aunque sería muy poco probable que hablara en cualquier futuro cercano.
El único cambio sustancial en su vida fue cuando una mañana sintió que había alguien en su cocina y casi atacó a Charlie con un bastón de golf.
—¿Estás loco? ¿¡Cómo entras así amaneciendo!?
—¡Tenía hambre! —se justificó Charlie y Mitch vio su maleta en una esquina de la cocina—. Y necesito un techo —añadió él—. ¿Me puedo quedar contigo ahora que estoy en bancarrota?
Mitch puso el bastón de golf encima de la barra y se sentó en una de las banquetas.
—Claro que te puedes quedar, para eso renté un departamento con dos habitaciones.
—¡Amén, hermano!
—¡De nada, hijo mío! ¡Pero hazte útil y prepara desayuno que me muero de hambre! —murmuró Mitch apoyando lo codos en la barra y hundiendo la cara entre las manos.
—¿Estás bien? —preguntó Charlie mientras asaltaba la nevera y lo miraba con preocupación.
—Sí... sí todo bien.
—¿Y llevas bien la culpa o quieres que te busque un abogado para que confieses? —preguntó su primo y Mitch levantó la cabeza de inmediato.
Por toda respuesta Charlie abrió una de las gavetas de la cocina y sacó aquella nota para leerla.
—¿"Te estoy profundamente agradecido por no matar a mi padre"? —preguntó y Mitch apretó los dientes antes de restregarse los ojos.
—El hombre que causó el accidente de Grace —contentó.
—Lo imaginé...
Charlie no dijo nada por un buen rato, pero cuando puso unos cuantos platos entre los dos, era demasiado evidente que su primo estaba sumido en un mar de culpa.
—A Grace le van a dar de alta en dos días —murmuró—. ¿No vas a ir a verla?
—Lo sé. Y no es culpa tuya lo que ha pasado. Hiciste lo mejor que pudiste...
—No, lo mejor que puedo hacer es mantenerme lejos de ella, y asegurarme de que jamás vuelva a ser el blanco de nadie.
Por supuesto, en aquel momento ni Mitch ni Charlie tenían verdadero conocimiento de que todos ellos, incluyendo las gemelas, siempre habían estado en la mira de muchos enemigos, tanto de sus padres como de sus tíos; así que vivir con la responsabilidad del peligro era algo difícil para ellos.
—Sé que no es mi problema, pero voy a decirte una cosa: lo que sea que vayas a hacer, procura pensarlo bien y hacerlo definitivo. No dejes que Grace sufra por esto más de lo necesario.
—Yo no puedo escapar, Charlie. Tengo que estar cerca para protegerla —sentenció Mitch.
—Eso lo entiendo, pero asegúrate de que le quede bien claro que no habrá nada entre ustedes, porque no hay nada peor que no saber el terreno en el que estás parado, te lo digo por experiencia —expresó Charlie con tristeza.
Durante largos minutos Mitch se quedó pensativo. Le dolía, le dolía en el alma, pero Charlie tenía razón. Las cosas con Grace se habían acabado y no podía permitir que la esperanza volviera a surgir entre los dos.
—¿Quieres salir esta noche? —le preguntó a Charlie y este lo miró con curiosidad.
—¿Estás seguro? —preguntó.
—Sí, es hora de volver a las andadas. Fiestas, alcohol y chicas. —"Hora de volver al infierno", pensó—. ¿Te apuntas?

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