Charlie no podía evitarlo, él y Faith saliendo de fiesta era como volver a esa maldit@ noche hacía cinco años donde se había jodido todo. Pero mientras a él se le estaban poniendo los nervios de punta, Faith mostraba su misma sonrisa atornillada de siempre y Charlie no entendía cómo nadie más veía lo falsa que era esa alegría.
—Si no recuerdo mal, Gracie estaba preparando la decoración de la una de las fiestas más importantes de la fraternidad Sigma —dijo con naturalidad—. Podría llevar a los chicos, que venga Michael también así se divierte un poco.
—¡Pues eso sería genial! Dice tu tío Alan que Mitch solo se dedica a estudiar así que tómense esto como uno de esos campamentos a los que ya ninguno viene! —rezongó Kainn—. Diviértanse, niños.
—¡Y cuídame a Charlie! —le advirtió Moe con una sonrisa.
—No te preocupes, tío, lo mantendré vigilado. Charlie siempre ha sido mi primo favorito —dijo ella despidiéndose con la mano mientras sus padres se iban y luego se giró hacia Charlie, que parecía a punto de explotar.
—No puedo creer que aceptaras meternos en una fiesta de fraternidad... ¿A qué? ¿A que las cosas se descontrolen? —gruñó él.
—No puedo creer que sigas pensando como un chiquillo de diecisiete años —replicó ella con cansancio—. Solo es una fiesta, y el que no se sepa controlar que no vaya. Paso por ustedes a las diez.
Le dio la espalda y salió también de la oficina, dedicándose a cada una de sus muy serias tareas en la empresa hasta que llegó la hora de irse. Esa noche se fue a su casa, consintió a su gato, y luego pasó por Grace antes de ir a buscar a los muchachos.
En la recepción del hotel, Charlie daba vueltas como un león enjaulado mientras su primo intentaba contener la risa.
—¡Es que ni te voy a preguntar de dónde salió ese puñetazo! Pero ¿te lo merecías? —preguntó Michael y lo vio apretar los labios con un gesto de molestia.
—Sí, supongo que sí.
—Pues entonces supéralo y vamos a divertirnos esta noche. Las fiestas de fraternidad en Harvard eran épicas, veremos si los estirados de Oxford las pueden igualar.
—¿Estás loco? ¡Nada de épicas! ¡Vamos con las gemelas! ¡Son...!
—¡Por Cristo no digas "niñas" que ya todos pasamos de los veinte! —rezongó Michael con cierta incomodidad—. Las gemelas están creciditas y te apuesto a que ellas saben divertirse muy bien... Bueno Faith, porque Grace sigue siendo un angelito de Dios —murmuró recordando sus trenzas y sus tenis y aquel overolcito de mezclilla—. ¡En fin! ¡Faith seguro que nos presenta gente y nos ayuda a pasar un buen rato!
—¡Pues claro que sí, porque vas a ver cómo viene! ¡Probablemente enseñando todo lo que no debe enseñarse y apenas llegue se le va a restregar hasta al perro de la fraternidad para que a mí se me vuelen todos los tornillos! —gruñó Charlie mesándose los cabellos y Michael achicó los ojos.
—¿De ella fue de quien te escapaste?
—¡Yo no me escapé de nadie!
—¡Pero te enredaste con ella! —lo acusó Mitch—. ¿No es cierto?
—No entiendo por qué dices...
—¡Porque desde que llegaste lo único que has hecho es refunfuñar sobre Faith, su nombre no para de salir de tu boca y ella no te da ni la hora!
—¡Eso no es cierto...!
—¡Vaya que no te tocaría ni con un palo, como bicho muerto!
—¡Mitch...!
—¡Ni con un palo largo! —rio su primo, pero antes de que la broma se pusiera demasiado pesada una camioneta estacionó frente al hotel y de ella salió la muchacha.
Llevaba vaqueros, botas de tacón bajo y gabardina tejida, iba más tapada que una monja y sin una gota de maquillaje, como si fuera a tomar un café y no a una fiesta de fraternidad.
—Bueno, es evidente que ahora mismo su interés no está en hacer volar tu tornillito, Charlie —se carcajeó Michael con maldad—. Mejor nos vamos.
Mitch abrazó a Faith y fue a subirse en el asiento trasero mientras tocaba un hombro de Grace a modo de saludo, que iba sentada de copiloto.
—Hola muñequita —le dijo con cariño y ella le regaló la sonrisa más luminosa del mundo.
—¡Hola dragoncito!
—¿Ya nos podemos ir? —rezongó Charlie subiendo también y en pocos minutos estuvieron en el campus.
Todo alrededor de la casa de fraternidad estaba lleno de actividad y la decoración estaba increíble. Sigma tenía fama de organizar grandes fiestas, y esa noche no era una excepción. La música sonaba a todo volumen y la gente estaba reunida en pequeños grupos, riendo y bromeando y bebiendo como si no hubiera mañana.
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