Charlie apretó los puños y maldijo por lo bajo mientras Michael escrutaba cada mueca en su expresión.
—Oye, de verdad no sé qué diablos pasó entre ustedes, pero si de algo estoy seguro es de que Faith no tiene interés en molestarte o darte celos. De hecho su interés en ti es nulo, de lo contrario habría usado la fiesta de la fraternidad para buscar un chico, y en lugar de eso salió sola y con la mayor discreción —le dijo Mitch como si para él tuviera toda la lógica del mundo—. Ese barco ya zarpó para ti.
Charlie sentía que la sangre le hervía en las venas. Sabía que era cierto, desde que había llegado Faith no había hecho otra cosa que apartarse de él, así que no podía acusarla de comportarse como una chiquilla.
—Tengo que encontrarla. Grace... ¿Grace sabes a dónde fue tu hermana?
—Charlie... —pero nada de lo que Mitch le dijera podía cambiar la forma en que se sentía.
Había pasado los últimos cinco años intentando creer que había tomado la decisión correcta, intentando creer que Faith y él juntos eran un barco en una tormenta, destinados al fracaso. Quizás inconscientemente quería que ella se lo demostrara, que le probara que seguía siendo la misma loca que no lo habría dejado avanzar ni vivir tranquilo... Pero eso tampoco había sido capaz de ahogar lo que sentía por ella.
—Grace, necesito encontrar a tu hermana. Por favor. ¿Tienes idea de dónde está? —insistió y la muchacha negó. Sus ojos se abrían y se cerraban despacio por la borrachera, pero la risita y el hipo que se le iba de vez en cuando solo hacía sonreír a Michael.
—Ya déjala dormir...
—¡Grace, Gracie por favor!
La muchacha hizo un puchero y luego sacó su celular.
—La... compañía de seg... seguros... —murmuró bostezando—. El Sian...
—¡Claro, la compañía de seguros los rastrea! —exclamó Charlie arrebatándole el teléfono y buscando la aplicación donde aparecía el rastreo de todos los autos que tenían las gemelas.
Había dos Lamborghini Sián en él, uno estacionado en la dirección de la mansión Black, y otro que avanzaba hasta el otro lado de la ciudad.
—¡La tengo, me voy!
—¡No, no, te vas no! ¡Nos vamos! Ni loco dejo que vayas solo —rezongó Michael acomodando a Grace y tapándola con una manta—. Muñequita duérmete aquí, ya volvemos, ¿sí? Duérmete.
Michael le dirigió una mirada asesina a Charlie porque sabía que no podría detenerlo, y prefería hacerle de barrera si las cosas se pasaban de la raya. Les tomó media hora atravesar el tráfico de la ciudad, sobre todo porque ya ninguno estaba acostumbrado a conducir por la izquierda, y para cuando llegaron al club Diavolos, se dieron cuenta de que el lugar era super exclusivo. No era nada a lo que ellos no tuvieran acceso inmediato, pero incluso dentro del club había niveles.
—¿Dónde demonios está? ¡El coche está afuera! ¿Dónde está? —preguntó Charlie escrutando desesperado la pista, pero Mitch tocó su hombro y señaló arriba.
—Creo que Faith ya no está al nivel de la pista de baile, Charlie —murmuró y su primo siguió sus ojos hasta uno de los reservados del último piso.
Por un segundo la sangre se le heló en las venas. El cuarto tenía solo un cristal al frente por el que podía verse el resto del club, y adentro Faith bailaba, con los ojos cerrados, y anclada al cuerpo de un tipo que parecía un maldit0 pulpo sin que a ella pareciera importarle.
No era la loca tóxica desquiciada que se dejaba llevar por el alcohol y la música. Era una mujer adulta disfrutando de la compañía de un hombre y Charlie sentía como si recibiera un golpe tras otro en pleno pecho. Pero si verla bailar con otro era malo, cuando el tipo le dio la vuelta y la besó fue como si un mar de desesperación se desatara dentro de él.
—¡Charlie! ¡Charlie no hagas una estupidez! —le gritó Michael corriendo tras él—. ¿¡Oye qué diablos te pasa!? —espetó deteniéndolo por las solapas de la chaqueta.
—¿¡Es que no ves lo que está haciendo!?
—¡Sí, perfectamente, Faith se está besando con un tipo y parece consensuado! ¡Tú no tienes por qué meterte en eso!
—¡Pero es que...!
—¡Lo que pasó entre ustedes hace cinco años se acabó! ¡Tú te fuiste, ella creció más que tú! ¡Te jodes! —gruñó Michael soltándolo—. Así funciona la vida.
La boca de Charlie se convirtió en una fina línea.
—Tú sabes.
—Pues no sabía pero idiota no soy. Has estado babeando por Faith desde que eran niños, es evidente que las cosas se pusieron serias y tú te largaste. ¡Asúmelo! —rezongó Michael—. ¡No creo que seas tan tonto como para pensar que ella no ha besado a nadie o no se ha acostado con nadie más en cinco años!
—¡Ella no...!
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