En el elevador, Angelina lanzó una mirada desdeñosa al joven que estaba a su lado.
Había trabajado con Cordelia el tiempo suficiente para saber que ésta tenía un hermano menor llamado Gavino que holgazaneaba por ahí.
Como era la primera vez que veía al joven, estaba segura de que debía de ser un juguete, pero no pudo evitar preguntarse por qué éste podía convertirse en un juguete. Vestía un atuendo típico y tenía un aspecto sencillo. Sus rasgos no eran lo bastantes llamativos como para convertirlo en la pareja ideal para Cordelia.
Además, su tez no era nada blanca.
—No tengo ni idea de lo que ha hecho para persuadir a la Señorita Cordelia de que crea sus mentiras, pero le aconsejo que se mantenga alejado de ella. El Grupo Cordelia ha trabajado duro para alcanzar su actual nivel de éxito. No dudaré en tomar medidas contra usted si afecta a nuestra cotización. Antes de intentar seducir a alguien de un estatus superior, mírese al espejo. No intente conquistar a alguien que está fuera de su alcance —advirtió Angelina, su voz destilaba desdén.
No se molestó en ocultar su desprecio por Emir. Despreciaba a los chicos juguete que ambicionaban llevar un estilo de vida lujoso cortejando a mujeres lejos de su alcance.
—¿Has escuchado lo que acabo de decir? —preguntó, pisando con rabia.
Esperaba que Emir supiera cuál era su lugar después de escuchar sus palabras, pero, para su consternación, permaneció tan sereno como siempre.
La rabia ardió en su interior.
Cuando se abrieron las puertas del elevador, Emir dijo por fin con calma:
—Angelina, comprendo tus sentimientos, pero no tienes derecho a sermonearme.
Angelina se sintió desconcertada al principio, pero esa sensación fue con rapidez sustituida por una ira ardiente.
—¿Qué acabas de decir?
Salió corriendo del elevador para reprender a Emir, pero se le cayó la cara de vergüenza cuando vio que alguien se le acercaba.
El hombre iba ataviado con un lujoso traje Versace. Llevaba también un reloj Cartier con diamantes y lentes con montura de oro, lo que dejaba bien claro que era una persona adinerada.
No era otro que Camilo Sandoval, de la familia Sandoval.
—Angelina, escuché que Cordelia trajo un juguete. ¿Es verdad?
Camilo cortejaba a Cordelia y tenía muchos espías en el Grupo Cordelia. Había recibido noticias poco después de que ésta trajera a Emir a la empresa.
Parecía que estaba ahí para enfrentarse a ella.
La expresión de Angelina cambió un poco.
—Señor Camilo, ¿de dónde escuchó ese rumor? Sabe que a la Señorita Cordelia no le gustan otros hombres tan solo así.
Camilo soltó un suspiro de alivio.
—Sé que Cordelia nunca haría algo tan absurdo como eso.
Angelina sintió que el resentimiento le llenaba el corazón al escuchar aquello.
Enamorarse de alguien con los modales caballerosos de Camilo era inevitable. Por desgracia, su corazón pertenecía a Cordelia.
Cuando Angelina pensó en eso, miró a Emir como una mirada afilada.
«No sé en qué está pensando la Señorita Cordelia. ¿Por qué se enamoró de alguien así? ¡Comparado con el señor Camilo, no vale nada!».
Mientras Angelina fulminaba con la mirada a Emir, sus siguientes palabras hicieron que su rostro palideciera de horror.
—Soy el juguete que trajo Delia.
Al instante, Camilo fijó su mirada en Emir mientras la temperatura del ambiente descendía de manera drástica.
Angelina salió de su ensueño y reprendió:
—Emir, ¿de qué está hablando? La Señorita Cordelia no tiene nada que ver con usted.
No dejaba de lanzar miradas a Emir mientras hablaba. Por desgracia, él la ignoró y continuó:
—Esto no es un secreto. Mucha gente nos vio cuando entramos.
La mente de Angelina se quedó en blanco. Se le fue el color de las mejillas.
«Estamos condenados. Maldito seas, Emir. ¿Quieres destruir el Grupo Cordelia?».
La expresión de Camilo era sombría mientras miraba a Emir.
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