Vanesa se levantó muy temprano al día siguiente y después de asearse bajó a preparar el desayuno, Santiago bajó más tarde y se dirigió a la cocina para saludarla.
«Parece que no está molesto por haberse quedado fuera de mi habitación anoche. Es decir, no tuvo tantas ganas para dormir conmigo... Tampoco le importo».
Vanesa se sintió de repente un poco frustrada: «después de todo, no me amas».
Vanesa puso la mesa y Santiago se acercó para desayunar. En la mesa, él le dijo,
—Al mediodía, Adam llevará a un obrero a la tienda y que haga los preparativos para la reforma de la tienda. Pronto todo estará listo.
—Gracias —dijo Vanesa.
Santiago se sorprendió, fijándose en ella por un momento. No había pensado que ella también sabía comportarse educadamente. Pensó que ella sólo sabía enfadar a los demás.
Ninguno de los dos habló hasta el final del desayuno. Tal escena era un poco similar a cuando no estaban divorciados, salvo que en este momento estaba ausente la señora Erika.
Santiago terminó su desayuno primero y se despidió de ella, diciendo,
—Me voy a trabajar, Adam se pondrá en contacto contigo a la hora de comer.
Vanesa no miró a Santiago, se limitó a asentir con la cabeza. Cuando Santiago se había ido, Vanesa dejó sus palillos por no tener apetito. Ella se levantó, recogió la mesa y fue a sentarse en el sofá del salón.
Simpliemente se sentaba allí sin hacer nada más que meditar. Había muchos líos en su cabeza que necesitaba resolver, pero no sabía la manera. Por lo tanto, se sentía muy inquietante.
Vanesa llevaba casi una hora sentada allí antes de que sonara su teléfono. Lo cogió y descrubrió que era llamada de Stefano, luego le contestó en tono impaciente,
—Estoy ocupada. No tengo tiempo para jugar a las cartas contigo. Vete a la plaza o al parque, allí habrá un grupo de ancianos con tiempo libre. Estarán dispuestos a jugar contigo.
—No te busco para jugar a las cartas, tengo algo que decirte —Stefano explicó—, algo muy serio.
Vanesa se sorprendió de que este tipo pudiera tener algo serio que decir...
«¿Acaso un tipo que no tiene nada que ver con la seriedad podrá encontrar algo serio?»
—Vale, vale...dime —respondió ella.
—Acabo de recibir una llamada de mi padre, ¿sabes lo que ha dicho?.
—parece que no es algo importante, adió — dijo Vanesa molestada y estaba a punto de colgar.
—¿Por qué no me colaboras? Ay... ¡Qué follón!—se quejó Stefano.
Vanesa guardó el silencio, así que la otra parte no tenía más remedio que confesar lo todo.
—Mi padre dijo que la familia Merazo le invitó a cenar juntos, aunque no entendí exactamente todo lo que había dicho.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado