Esa fue la última vez que Erika vio a la señorita Lidia. Al principio Lidia le decía que estaba ocupada y que no podía reunirse, pero un tiempo más tarde ni siquiera contestaba al teléfono.
Obviamente, Lidia sabía que Erika ya perdió el valor del uso. Además, ahora Erika ya era infama, si siguió Lidia asociándose con ella, también tendría una mala reputación. Esta era la mayor preocupación de su familia.
No supo a dónde iba ahora. Después del divorcio y el vídeo en Internet, todos los amigos que le conocían se alejaron de ella. No querían tener ninguna relación con Erika. Porque obviamente tenía de mal genio, no tendrían ganas de hacerse amigo con Erika si no se debía a su identidad y la familia Icaza.
En este momento, recordó lo que dijo Santiago:
No poesía nada mejor que Vanesa a excepción de su familia adinerada.
Así que se iba a la tienda de Vanesa.
Hoy había muchos clientes
Cuando se detuvo el coche delante de su tienda, Erika bajó la ventana y de ahí vio a Vanesa estando atendiendo a los clientes sonriendo. Se veía muy contenta. Era diferente por completo de cuando estaba en la familia Icaza antes.
Stefano y Fabiana también estaba aquí. Le ayudaban a Vanesa a servir los platos mientras hablaban con ella sonriendo.
Erika suspiró y luego dijo a chófer:
—Voy al Grupo Icaza.
El coche se detuvo, pero Erika no quería bajar, solo se sentó en el coche y mirando al edificio.
No tenía agallas de entrar y enfrentaba a los dos hombres que le importaban a ella. Se quedó hasta la noche, cuando salió Alexander desde la empresa, se puso nerviosa y preocupada. Quería saber si su herida ya recuperaba o no. Pero vaciló un poco. Viendo a Alexander subir al coche y salir.
La dirección no estaba hacia casa.
«¿Va a cuidar a esa mujer otra vez?»
Erika suspiró y no lo siguió, un rato después, vio a su hijo. Conducía el coche hacia la dirección también al revés de casa. Se sintió extraño.
«Ya es tarde, ¿qué va a hacer Santiago?¿Por qué no regresa a casa?»
Después de pensar un poco, decidió seguirlo.
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