Con la compañía de la sirviente, Santiago llegó a la habitación de la señora Cotilla.
—Señora, ha llego el señor Santiago —dijo la sirviente.
—Ven, hijo —dijo la señoraCotilla sonriendo.
—Espero que no le molesto, señora Cotilla —sonrió Santiago.
—Claro que no, ven aquí, mi hijo —dijo la señora Cotilla.
Santiago entró a la habitación y se sentó al lado de Vanesa.
—¿Qué pretendías hacer en mi casa? —preguntó Vanesa en voz baja.
—No fui a tu casa —dijo Santiago en un volumen aún más bajo—. Sé que te encontraste con un problema, por eso mentí para sacarte del apuro.
Vanesa se quedó de pronto sorprendida.
«¿Qué quiere este hombre?»
—Siendo vosotros los jóvenes, siempre tenéis tema común —dijo la señora Cotilla suspirando—. Vanesa y yo no teníamos casi nada para charlas, jajaja.
—No te ofendas, señora —bajó las miradas Vanesa con un rostro avergonzado—, estaba preguntándole por algo.
Cerrando el álbum, la señoraCotilla miró a ellos a ojos descubiertos,
—¿Os conocíais antes?
Con la boca abierta, Vanesa no sabía qué contestarla.
—Sí, nos conocimos antes y nos llevamos bien —dijo Santiago.
Vanesa le echó una mirada furtiva.
«No hace falta que agregues la última frase.»
—Lo sabía —sonrió la señoraCotilla.
Vanesa sonrió forzosa.
—Si no te hubieras casado, Santiago, te la habría presentado a Vanesa —suspiró la señora Cotilla—. Seréis una pareja perfecta.
Vanesa se quedó de pronto avergonzada.
Santiago se río,
—¿Usted lo cree?
—Claro que sí —dijo la señora Cotilla en un tono serio—. Nunca miento a nadie.
Santiago se le acercó a Vanesa sonriendo,
—¿La has oído?
—¡Cabrón! — gritó Vanesa.
Santiago sonrió aún más fuerte.
La señora Cotilla volvió a presentarle a Vanesa los miembros de la familia para que tuviera alguna idea sobre ellos.
Como Santiago no sabía todavía lo que la había adoptado a Vanesa la señora Cotilla como su nieta, entonces agregó de vez en cuando unas palabras para que Vanesa los recordara mejor.
«No me interesa nada, ¿quién sabe cómo me tratarán después? Si no hubiera sido por la señora Cotilla, no me habría hecho ningún caso nadie. Ahora que me adopta la señora Cotilla, el resto me tratará como rival. ¡Qué surte me ha tocado!»
Escuchando distraída sus palabras, Vanesa suspiró en silencio.
Caída la noche, Santiago dijo,
—Ya es tarde, señora Cotilla, deberíamos despedirle para que descanse. Llevará a Vanesa a su casa, no se preocupe.
Pensaba la señora Cotilla que la llevaría Benito a Vanesa a su casa, pero su actitud era poco simpático con Vanesa, entonces no insistió más.
—¡El tiempo pasa volando! —murmuró la señora Cotilla—, ni siquiera me di cuenta.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Jefe Atrevido: Amor Retardado