Lanza un gemido seductor, haciendo que alguien que quiere despertar se sacuda. Levanta la cabeza y mira el reloj, tapa su cara con la sabana, volteando su cuerpo hacia el otro lado para que no la moleste. No pensé que se durmiera tan pronto, no me demoré mucho en preparar su desayuno.
–Cinco minutos más.
Sus palabras me hacen sonreír, la muevo un poco consiguiendo que se voltee y me mire.
–Tienes que comer, anda.
– ¿No quieres dormir un rato conmigo? - ronronea.
–Sí, pero lo que menos quiero es dormir.
Las siguientes palabras que salen de su boca me hacen saltar una carcajada.
–Goloso.
Le paso el vaso con jugo de naranja, se sienta en la cama con muy pocos ánimos, en cuanto coma le permitiré que vuelva a dormir, toma un trago de jugo y le acerco el sándwich, le da una mordida y mastica con los ojos cerrados, parece una niña pequeña, se ve tan linda. Termina de comer y le quito el vaso de la mano, la recuesto y se vuelve a dormir.
Eso me da tiempo de poner a Jillie al corriente de lo que pasó en casa, de seguro sabe más que yo del problema que padece Olivia, la dejo en su habitación y llevo la bandeja y los demás utensilios a la cocina, lavo todo y lo seco, coloco todo en su sitio. Su casa aunque es pequeña tiene todo organizado.
Busco en el móvil el contacto de Jillie, doy en el botón de llamada y pasan dos timbrazos, recibe la llamada.
–Aló.
–Hola, hermana.
–Hola, Owen, me alegra que llamaras, he estado llamando a Livy y no está en línea su móvil.
Me imagino que lo mantiene apagado para poder dormir en paz, sin que nadie la moleste de su ansiado sueño, y hace bien.
–Estoy en su casa, se puso muy mal ayer con lo de la migraña.
–Oh, hermano, eso la pone de verdad muy mal, tenía mucho tiempo que no escuchaba que le diera una crisis – dice con pesar – solo le pasa si está bajo un fuerte estrés.
No me contó todo estoy seguro que su madre le dijo muchas cosas que no le sentaron bien y por eso desató el dolor de cabeza. No sé cuanta presión ejerció en Olivia que la enfermó a hasta ese estado.
–Habló con sus padres y Helena no tomó muy bien lo nuestro, tampoco sabía de la ruptura con Justin, me temo que eso provocó la migraña.
–Helena adora a Justin, pero no sabe cómo trataba a su hija, eso explica porque se puso tan mal, mierda.
Cuando algo no le parece, la boca de Jillie se vuelve la de un camionero. Resopla igual que un niño malhumorado. Me podía imaginar su rostro con la boca fruncida gesticulando con las manos y pensando las muchas maneras de cortarle las bolas a Justin; pobre tipo se debería apartar de su camino en cuanto la tuviera cerca. Gruñó, haciendo gala de su magnífico mal genio.
–Me las va a pagar, en cuanto lo vea le voy a ser ver su suerte.
–Cálmate, Jillie.
– ¿Tu no lo harías?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!