Mario
Una vez escuché que el verdadero amor es aquel que consigue evitar el sufrimiento innecesario y yo no supe cómo evitar que ahora mi Eli no me hable, sé que todo es mi culpa, el dolor me cegó.
Las únicas veces que se ha dirigido a mí ha sido por las niñas, la he visto por la ventana como un acosador; cuando entrenar se ve maravillosa como lidera a su ejército, como pelea hombro a hombro con su hermano Nethan.
Sé que me comporte como un idiota al decirle lo que le dije, no tengo escusa, solamente la furia me gano y dije lo primero que se me pasó por la cabeza; como no va a ser parte de mi familia, es la mujer de la que estoy enamorado la madre de mis hijas tengo que hacer algo para que me perdone. Lo que hizo no estuvo bien, pero lo hizo porque nosotros no, nos quería vernos sufrir más.
Mis padres están sufriendo, pero tratan de ser fuertes por la bebé, ni siquiera sé si le han puesto nombre, su llegada no tendría que haber sido así. Ella merecía que todos estemos celebrando por la nueva integrante de la manada, no como estamos ahora peleados y destrozados por la muerte de mi hermana Dalí.
Mi pequeña hermana era un alma libre y feliz, le encantaba molestarnos, tenía una rara dinámica con papá al hacernos bromas a mamá y a mí. Siento que me falta el aire, cada vez que la recuerdo un nudo se instala en mi garganta, quiero gritar fuerte su nombre como cuando éramos niños y jugábamos a las escondidas; no ha pasado mucho que la perdimos y ya la extraño.
Cada maldito segundo me culpo por haberla descuidado tanto desde que me hice cargo de la manada nos habíamos alejado obvio, ella siempre entendió por qué ya no hacíamos las noches de películas y las excursiones. Todas las noches veo en dirección a su habitación esperando que salga como un torbellino de alegría, abrazando a todos los que encuentra.
—¡Mario!. —escucho que me llama César. Él ha estado apoyándome siempre, al igual que Saíd, ellos también amaban a Dalí como una hermana.
—Dime. —respondo sin verlo.
—Te he estado hablando desde hace diez minutos. —me dice lanzando un cojín a mi cara.
—¿Qué decías?.
—Te decía que Yassi me explicó por qué se asustó por conocer a mi familia. —dice.
—Me lo dirás a mí. —alzo mis cejas.
—Sí, necesito tu consejo.
—Creo que no soy el indicado para dar consejos en este momento. —digo decaído.
—Todavía no te habla, me pude dar cuenta en el desayuno. —niego, sigo triste, por eso ni siquiera me miró.
—Ayer le estaba cambiando los pañales a las niñas, creo que se le acabaron y literalmente gritó. ¡El que sea que esté afuera que vaya por pañales!. —trato de imitar como grito —sé que ella sabía que yo estaba ahí viéndola escondido como acosador —me siento derrotado en mi asiento está mañana no he visto a las niñas, mi Eli se las dejo a Nick no quise preguntar por qué, ya que no me lo diría.
—¿Y fuiste por los pañales?. —pregunta con un tono burlón.
—Claro que fui, no quería que se enojara más. —me defiendo ahora César se burla de mí y me lanza más cojines.
—Quisiera saber por qué el alfa y el beta de la manada están jugando como niños pequeños. —se burla Yassi de nosotros. Raro que ella no esté entrenado con mi Eli, ella solo señaló a algunos menos a Yassi esta mañana, ahora está aquí con nosotros sentada en el regazo de César.
—¿Por qué no estás entrenando con Eli?. —me gana de preguntar César, Yassi solamente baja su mirada triste.
—No tengo el valor de acercarme a Eli y como se dieron cuenta creo que sigue enojada conmigo.
—¿Pero le explicaste lo que pasó?. —le preguntó César —ella te comprenderá todo. —la abraza tratando de confortarla. No entiendo de lo que están hablando y Yassi entendió mi cara de confusión.
—Lo que pasó ese día fue que le iba a decir a César que es probable que yo no pueda tener hijos, estaba peleando con mis demonios internos para poder decirle a César que mi padrastro me golpeó tan fuerte como lo hacía siempre, pero esta vez fue peor; el maldito me dejó desangrando para morir si no fuera por padre fénix y Eli yo no existiera. Hay algo que ser un fénix no te asegura, es que lo que el monstruo ese me hizo dejará huellas en mí, ya que yo era humana, no como algunos de mis compañeros que eran sobrenaturales antes de convertirse en fénix. —dice entre lágrimas ahora entiendo por qué estaba como ida ese día. Creo le asusto saber qué la familia de César eran de tener muchos hijos y pensó que estaría decepcionando a mi amigo por no poder tener hijos, no quiero ahondar más en ese asunto, creo que es muy personal.
—Yo creo que si le explicas a Eli todo ella entenderá. —digo, sé que ella la perdonará.
—Lo sé muy bien, sé que ella lo entenderá, lo que pasa es que yo no me perdono, no haber estado con ella cuando más me necesitaba, soy su mano derecha y su amiga, aun así no estuve cuando casi muere congelada. —para este momento Yassi estaba llorando por suerte César está con ella para consolarla.
—Habla con Eli, ella no guarda rencor, con la única persona que de esta casa que ella está disgustada es conmigo por ser un idiota.
—Creen que debo hablar con ella ahora. —nos mira con dudas, se notaba su nerviosismo.
—Si amor no te preocupes, ve hablar con ella. —Yassi se levanta de las piernas de César y se dirige hacia donde mi Eli está entrenado con los demás guerreros Fénix que entrenan junto a mis guardias. César y yo vemos como se acerca a mi Eli a hablarle, parecemos viejas chismosas espiando por la ventana.
Eli
Esto tiene que calmarme, hoy no amanecí de buenas que digamos, no había ni salido el sol, sentía frío, calor, frío y calor, ni siquiera sabía que podía pasar. He dormido en el cuarto de las niñas, lo necesitaba, no podía estar cerca de mi pareja, no podía verlo sin sentirme confusa y enojada.
No sé qué pasa, es imposible que llegue a sentir calor, soy un fénix; ya no aguante más me levanté del sillón en que dormía, poco a poco me acerqué a mis niñas y lo que vi me dejó sorprendida. Vi la cuna de Kaia congelada y la de Halia encendida en llamas que no se consumían, pensé que sus poderes no podían aparecer hasta que sean grandes.
Me acerco a la cuna de Halia hago que las llamas desaparezcan, ella está despierta y sonriendo como puede sonreír si casi quema la casa, bueno es muy tierna se le puede perdonar todo. Ahora, ¿cómo hago con Kaia?, el hielo no es lo mío, ni siquiera sé cómo es que produce hielo, toda su cuna está congelada.
Ella está bien dormida como si no hubiera convertido en congelador su cuna, pongo mis manos en la cuna, no las enciendo en llamas, solo las caliento para que la cuna se descongele.
Lo consigo y mi pequeña sigue dormida, quien como mis bebés ellas todavía no saben lo difícil que es esto de ser sobrenatural.
Estaba hipnotizada viendo dormir a mis pequeñas, de pronto una serie de imágenes incompletas pasan por mi mente, veo gente muerta, mucha sangre: los humanos corriendo aterrados, las manadas destrozadas, los vampiros empalados, demonios destrozados, brujos, hadas tritones todo un baño de sangre las imágenes fueron tan fuertes que me flaquearon las piernas. Caí al piso muy agitada no sé qué era eso, pero no iba a quedarme sentada hasta que llegue, tengo que poner en buen recaudo a mis hijas.
Las cargo a ambas con mucho cuidado sin que nadie me escuche las llevo al cuarto de Dalí dónde está Nick dormido, sé qué por ahora él podrá ayudarme, no guardaré secretos esta vez. Pobre, se ve con muchas ojeras, ha sufrido mucho la perdida de Dalí, pero sé que ella volverá tardará, pero volverá, me acerco despacio a la cama y recuesto a las niñas.
—Nick despierta —él solo se remueve, pero no despierta —vamos despierta, por favor. —le llamo, esta vez abre sus ojos y lo primero que hace es abrazarme.
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