La Dignidad de una Heredera romance Capítulo 7

La multitud alrededor crecía, todos habían escuchado el sonido que salía del auricular del teléfono.

Los presentes estaban atónitos.

Aunque la familia Romero no era la más rica de San José del Mar, sí era una de las familias más prominentes.

Para los hijos de las familias adineradas, recibir decenas o cientos de miles de pesos como mesada era algo muy normal.

Nunca antes habían escuchado de una familia adinerada cuya hija no recibiera ni un centavo de mesada cada mes.

La familia Romero era única en su tipo.

No era de extrañar que Selena vestía de manera tan humilde, sin siquiera un vestido decente para asistir a las fiestas.

Aunque no la criaron en casa, al fin y al cabo, era la verdadera hija de la familia Romero. No darle nada a su propia hija biológica mientras le daban un millón de pesos al mes a la hija adoptiva era inconcebible.

El hecho de que la familia Romero permitiera que algo tan escandaloso sucediera sugería que realmente no tenían claro lo que hacían.

Los invitados murmuraban entre sí, y Gabriel se sintió como si tuviera espinas en la espalda, su rostro se sonrojó de vergüenza e ira.

No podía creer que algo tan vergonzoso le sucediera a la familia Romero.

La familia Romero, con su vasta fortuna, no podía ser tan mezquina como para negarle a su propia sangre una simple mesada de decenas de miles de pesos.

Gabriel inmediatamente cuestionó fríamente a Selena.

—Aunque el departamento de finanzas no te haya transferido dinero, papá y mamá seguramente te habrán dado mesada, ¿verdad?

Selena mostró una expresión de burla, mirando a Luis y Donia entre la multitud, dijo con calma:

—Señor Romero y Donia Reyes, si no me han dado mesada, Gabriel puede preguntarles directamente a ellos. Al fin y al cabo, ustedes sí les creen.

Luis y Donia se quedaron petrificados, demasiado avergonzados para mirarla a los ojos.

—Papá, mamá, seguramente le dieron mesada, ¿no es así? —Gabriel los miró con seriedad.

Luis Romero evitó su mirada.

—Pensé que ustedes se encargarían, así que yo...

Donia, llena de culpa, con lágrimas a punto de brotar, dijo con pesar:

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