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La Doctora Maravilla romance Capítulo 102

—¡Sí! —Aplaudieron los trillizos—. El Lobo Feroz ya se fue. ¡Ahora podemos vivir con mami y papi!

—¡Un final feliz!

—¡Tres hurras por mami y papi!

Emma también estaba muy contenta. Se agachó y levantó a Sol, mientras Abel levantaba a Luna y a Astro.

Sin embargo, algo le seguía preocupando a Emma.

—¿Crees que tu abuelo podría tener algún motivo oculto para organizar esta fiesta?

—Creo que el abuelo en verdad quiere celebrar la recuperación de su bisnieto, pero no puedo decir lo mismo de Adán.

—¿Adán? —Emma no entendía—. No creo que nos tengamos rencor.

—No olvides que es el hermano mayor de Adrián. Además, fue él quien sugirió la idea de la fiesta al abuelo.

Emma asintió:

—Ya veo. Eso tiene sentido.

—No tenemos que ir si no te apetece ir. Puedo inventar una excusa —dijo Abel.

Emma sonrió.

—No hay ningún problema. Si alguien quiere atacarnos, la mejor solución no es esconderse, sino luchar con ellos de frente para que desistan. ¡Tenemos que ir!

—Me aseguraré de que tú y los trillizos estén a salvo. No tienes de qué preocuparte —dijo Abel.

Emma sonrió con calidez. Dejó a Sol en el suelo y dijo:

—Subiré a cambiarme.

—De acuerdo.

—Tómate tu tiempo, mami. ¡Queremos que te veas muy linda! —dijeron los trillizos.

Cuando todos estuvieron listos, Lucas y Delia sentaron a los trillizos en los asientos del Rolls-Royce. Abel y Emma, por su parte, viajaron en el auto de Abel. En cuanto Abel puso en marcha el auto, su móvil empezó a sonar. La llamada era de Alana. Abel gruñó con calma y rechazó la llamada. El móvil volvió a sonar. Abel respondió la llamada con impaciencia:

Emma giró la cabeza para ver por la ventana. Creía hasta cierto punto lo que decía Abel, que el embarazo de Alana no tenía nada que ver con él. Sin embargo, antes de que aflorara la verdad, no pudo evitar sentirse incómoda al respecto.

—¡Ve a la Residencia Lara! —le ordenó Abel al conductor.

El lujoso auto se detuvo frente a la Residencia Lara. Las puertas delanteras estaban abiertas, pero Abel le dijo al conductor:

—Espera aquí. Deja que salga sola.

El conductor apagó el auto.

—Voy a fumar —le dijo Abel a Emma.

Emma asintió. Las clavículas de la mujer eran visibles bajo su vestido de noche rojo vino. Abel estaba excitado, pero salió del auto y encendió un cigarrillo. Alana se alegró mucho cuando vio el auto de Abel bajar por la carretera.

«¡Ese hombre arrogante por fin está aquí! ¡Parece que Adán logró convencer al abuelo! Por supuesto. Adán casi se convirtió en el presidente del Grupo Rivera. No es de extrañar que el abuelo lo escuche».

Poco después, Alana vio el vehículo estacionado frente a su residencia, a pesar de que las puertas ya estaban abiertas. Entonces, vio a Abel salir del auto y encenderse un cigarrillo. Su rostro se deprimió al instante.

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